26 septiembre 2007

Educación ciudadana

Publicado en Mediterráneo en septiembre de 2007

Hace tres años encontré en una librería francesa una novedad titulada Guide républicaine. Se trataba de una excelente colección de textos orientados a los estudiantes de enseñanza media sobre la idea y la práctica del republicanismo, del civismo, de la ciudadanía. Más allá de su interés intrínseco, llamó mi atención porque estaba expuesto en los anaqueles del escaparate como una publicación de éxito, algo difícilmente imaginable en nuestro país. También por estar avalado por el Ministerio de Educación francés y prologado por el entonces ministro François Fillon. Lo compré y lo tengo en mi mesa de trabajo, junto al Manual de civismo de Victoria Camps y Salvador Giner o la España civil de Gregorio Peces-Barba.

En aquel verano de 2004 no se había iniciado todavía la penúltima cruzada de la derecha española contra la anunciada voluntad del Gobierno socialista por introducir en el currículo escolar una asignatura para la formación de ciudadanos y ciudadanas libres y responsables. Pero no iban a tardar algunos en poner en marcha todo el poder mediático del guerracivilismo más rancio para combatir la enseñanza de los valores democráticos.

¿A quién puede molestar que una sociedad cultive su civismo? ¿Por qué ruge la caverna cuando se habla de enseñar los valores de la democracia? ¿A qué se refieren Rajoy y Acebes cuando dicen defender la Constitución mientras vociferan contra la educación para la ciudadanía? ¿Es que nuestra Constitución no habla de igualdad, de justicia, de responsabilidad, de derechos y deberes, de tolerancia, de convivencia, de participación? ¿Qué es, pues, lo que les asusta? Definitivamente, no pasan los años por esta derechona nuestra.

Es cierto que desde la LOGSE esos valores se incorporaron transversalmente a nuestros programas de enseñanza. Pero, como en muchos otros países europeos, el Gobierno ha creído necesario reforzar su presencia en el sistema educativo. Y esto no se hace en contra de nadie, sino a favor de todos. Porque a todas y a todos nos interesa que nuestros jóvenes interioricen la cultura del respeto, de la solidaridad, de la tolerancia y de la libertad. Para que España sea mejor y afronte los retos de la globalización en mejores condiciones.

Cuesta creer que destacados responsables institucionales de la derecha sigan llamando a la desobediencia contra la enseñanza de los valores constitucionales. Se ha dicho que enseñar los principios sobre los que se sustenta nuestro sistema democrático supone la vuelta a… ¡la escuela franquista! O que el Gobierno que lo promueve es… ¡la encarnación del mal! ¿Dónde estaban estos cuando la dictadura franquista castró intelectual y culturalmente a generaciones de escolares de este país? ¿Dónde estaban cuando los malos gobiernos franquistas arrebataron la dignidad a su pueblo?

En fin, a menudo tengo la impresión de que hay que seguir insistiendo en una verdad de Perogrullo: la España democrática, la España de la ciudadanía y de los ciudadanos es todo lo que negaba la España de la dictadura, mal que les pese a algunos. Por ello quiero que mis hijas aprendan más y mejor los valores sobre los que habrán de construir la democracia del mañana.

24 septiembre 2007

Discurso con motivo de la celebración de Nuestra Señora de la Merced en el Centro Penitenciario de Castellón en 2007

Tengo la satisfacción de dirigirme por primera vez a vosotros y a vosotras en el día de la celebración de la Merced… y me gustaría comenzar leyendo este testimonio:

“Era yo un chico de las calles y no fui a escuela alguna. Robé para subsistir y dormí en techos y subterráneos de la inmensa y salvaje ciudad de Nueva York. De haber permanecido en las calles no hubiera sabido quizá que rumbo tomar. Me sacaron de ellas, fui enviado a la cárcel, y he aquí que algo que la mayoría hubiera considerado una gran injusticia resultó ser lo mejor que pudo sucederme nunca. En la prisión no experimenté la absurda torpeza de la juventud; en ella tuve que tratar con hombres, (con tristes hombres), y con el tiempo (tres años en total), tiempo en que leí miles de grandes libros. Cuando abandoné el lugar a los 20 años de edad, era un autodidacta en humanidades. Esto no significa que la prisión sea un buen lugar, por supuesto. Cualquier puerta de hierro cerrada sobre un hombre es algo triste y terrible. Pero no está en mi idiosincrasia rechazar algo desagradable cuando ese algo, de alguna extraña manera me ha sido beneficioso.”

Estas palabras corresponden a Gregory Corso, quien a pesar de estar internado en instituciones de acogida y reforma desde los trece años, y de haberse criado sólo en las peores calles de Nueva York, tras su paso por la cárcel, abandonó su incipiente carrera como delincuente para convertirse en uno de los mejores poetas norteamericanos de la generación beat.

Queridos amigos, queridas amigas, el testimonio con que he abierto mi intervención recoge con claridad el sentido de la prisión, la razón de ser de vuestro trabajo.

Quiero agradeceros en nombre del Gobierno de España y de tantos Gregorys Corsos anónimos, para los que su paso por la prisión ha supuesto un cambio de rumbo radical en su vida, la extraordinaria labor que desarrolláis en las instituciones penitenciarias de nuestro país.

Sé que vuestro trabajo es a menudo ignorado por el resto de la sociedad. Sé que vuestro esfuerzo no siempre recibe el reconocimiento que merece. Pero quiero que sepáis que a vosotros y a vosotras os debemos que nuestra sociedad sea mucho más segura y mucho más decente. Gracias, por ello, por hacernos a todos más libres.

La eficacia de nuestro sistema penitenciario se fundamenta en vuestra profesionalidad y vuestro compromiso. Pero sería injusto haceros responsables únicos de su buen o mal funcionamiento. Y la Administración penitenciaria lo sabe bien.

Hace ya mucho tiempo que la influencia de Michel Foucault rompió con el panoptismo que había regido las prisiones de los países de nuestro entorno durante la primera mitad del siglo XX. En su Vigilar y castigar, el sabio francés puso radicalmente en cuestión aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas. Y quebró el concepto de vigilancia radial, inspirador de nuestras viejas prisiones modelo, donde un vigilante observaba a multitud de reclusos sin ser visto ni mezclarse con ellos.

Foucault abrió paso a un sistema penitenciario más humano y más responsable, en el que el funcionario dejaba de ser mero vigilante para implicarse directamente en la vida del recluso, conociéndole, sabiendo de sus problemas y siguiendo la evolución de su conducta dándole los medios para que pudiera modificar su comportamiento.

Ahora estamos insertos en un proceso intensivo de socialización y personalización de las políticas penitenciarias que exigen de más y mejores recursos y de una creciente intervención de los agentes sociales en las estrategias de rehabilitación de la población reclusa.

Para ello vamos a seguir ampliando la oferta de programas específicos orientados a determinados tipos de delincuentes. Porque la sociedad precisa que su reinserción, una vez cumplida su condena, sea plena, dejando atrás los comportamientos delincuenciales por los que fueron privados de libertad.

Y continuaremos, asimismo, profundizando en todas aquellas medidas organizativas y tecnológicas que garanticen que quienes cumplen su pena fuera de la prisión lo hagan con las debidas condiciones de seguridad y contribuyendo convenientemente al bien común.

Todo ello requiere, amigos y amigas, del concurso decidido de instituciones, empresas y organizaciones sociales. Y sé que el trabajo impulsado desde la dirección de este centro en ese sentido ha sido encomiable. Hoy tenemos ya varios acuerdos de colaboración con ayuntamientos de la provincia, que ofertan puestos de trabajo para el cumplimiento de penas fuera de la prisión. Y contamos con la confianza y el apoyo decidido de numerosas empresas y organizaciones profesionales y de voluntarios sin las que la prisión no podría llevar a cabo muchas de las actividades rehabilitadoras actuales. A todos quiero trasladaros el agradecimiento del Gobierno. Vuestro compromiso es imprescindible para que nuestro sistema penitenciario sea eficaz.

Voy ya a terminar. La Merced de 2008 contará en nuestra provincia con un nuevo centro penitenciario. En el primer semestre del próximo año entrará en servicio el Centro Penitenciario Castellón II, que junto a los de Estremera en Madrid, Morón de la Frontera y el recién inaugurado del Puerto de Santamaría introducirán la red penitenciaria española en el siglo XXI. No son empeños aislados. El Plan de amortización y creación de centros penitenciarios 2006-2012 contempla la construcción de 14 nuevas prisiones, más de 30 centros de inserción social y cinco unidades para madres.

El Gobierno de España está comprometido decididamente en modernizar nuestro sistema penitenciario con el convencimiento de que así mejorará nuestra sociedad. Sé que los trabajadores y las trabajadoras de este centro estáis viviendo este proceso con un notable esfuerzo personal. Sé que, a pesar del esfuerzo sostenido de la Administración penitenciaria en estos últimos años, vuestras condiciones de trabajo son mejorables. Pero con la misma convicción os digo que el Gobierno no cejará en su apuesta por construir un sistema penitenciario que garantice vuestra plena realización personal y profesional.

Para concluir quiero personalizar mi admiración y agradecimiento hacia todos vosotros en los trabajadores a los que ahora se les hará entrega de las menciones honoríficas. Pedro, Isabel, Pedro Luis, Adolfo, Álvaro Ignacio. Gracias, muchas gracias. Representáis como nadie los valores de vocación y compromiso en los que creemos los servidores públicos. Enhorabuena por vuestros 25 años de servicio.

Muchas gracias

01 septiembre 2007

Alcaldes de l'Alcalatén

Publicado en Mediterráneo en septiembre de 2007


Era la media tarde del martes 28 de agosto cuando me confirmaron la gravedad del incendio declarado pocas horas antes en Les Useres. El fuego se había enrocado, había tomado vigor alimentado por el viento y el asfixiante calor ambiental. Toneladas de combustible vegetal estaban a su alcance en nuestros montes y barrancos para ser convertidos en cenizas. Sin quererlo, en muy pocas horas, l’Alcalatén se convertiría en portada de los noticiarios de todos los medios de comunicación.

Les Useres, Costur, Atzaneta, l’Alcora, Llucena, Figueroles. Miles de hectáreas del corazón castellonense se cubrieron de tonos grises. Les confieso que aún ahora, una semana después, siento el olor de la tierra quemada. Pero más allá de la catástrofe, el fuego de l’Alcalatén me ha enseñado el valor y la fuerza de la gente, la solidaridad y el sentimiento de comunidad. Fue admirable el trabajo de cuantos participaron en las tareas de extinción, desde los técnicos del puesto de mando hasta los cientos de bomberos, brigadistas, guardias civiles, pilotos y militares que se jugaron la vida para combatir el fuego. A todos ellos debemos estarles enormemente agradecidos.

Pero me van a permitir que no insista en cuántos recursos ni en qué estrategia se siguió para reducir el incendio. Los medios de comunicación lo han glosado reiteradamente estos días y no haría aquí más que cansarles si lo hiciera de nuevo. Me interesa más destacar un aspecto sobre el que no se ha escrito tanto, que ha aparecido con mayor discreción en la prensa. Quiero expresar mi reconocimiento al arrojo, a la capacidad de liderazgo y al compromiso de los alcaldes de los municipios afectados.

Veo ahora los ojos enrojecidos de Delia Valero, la alcaldesa de Les Useres, al recibirme aquella tarde. Su pesar por el dolor de sus vecinos y su fuerza para darles ánimos y para organizar la intendencia. Ella y su gente estuvieron siempre allí, alentando a quienes venían del frente de fuego y preparando cafés, bocadillos, refrescos…

Recuerdo también la expresión inquieta y preocupada del alcalde de Atzaneta, Ximo Escrig, y su continuo ir y venir. Estuvo alerta en todo momento y junto a sus vecinos cuando el incendio cubrió de desolación sus tierras. Él temía, mucho antes de que ocurriera, lo que acabó ocurriendo.

Y Gonzalo, Gonzalo Centelles, casi tres décadas luchando día a día por su pueblo. El jueves por la mañana, después de la noche terrible en que Costur vio las llamas en sus calles, su alcalde acudió al puesto de mando lleno de dolor físico y moral. Sus manos tiznadas de negro y la mirada dura de quien llora la desgracia de su gente.

Los tres fueron ejemplo de servicio y de entrega a sus pueblos. Como Vicent Nebot, de Llucena. Sabía la batalla que estábamos librando; lamentablemente no era su primer gran incendio. Y, por supuesto, estuvo también ahí. Y facilitó con todos los medios a su alcance la instalación en su pueblo del puesto de mando la noche del jueves.

No olvido la voz angustiada de Javier Peris al otro lado del teléfono cuando las llamas se acercaban a la Foia, en l’Alcora. “Las veo llegar”, me decía, “las veo llegar, ya están aquí”. Él también estaba junto a su gente, como siempre. Y Luis Gregori, el alcalde de Figueroles.

Delia, Ximo, Gonzalo, Vicent, Javier, Luis. A todos muchas gracias por saber liderar, por saber luchar, por saber escuchar. Gracias por darnos este ejemplo de lealtad y compromiso.