21 abril 2013

Ahora no se puede hablar del agua en el País Valenciano

El jueves pasado Les Corts Valencianes vivieron la vergüenza de ver a la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, encabezar la tangana de los populares contra los alcaldes y concejales de La Ribera que reclamaban la depuración de las aguas de sus municipios tras lustros de abandono de la Generalitat. La imputada brugalense debió de sentirse aludida por lo de las aguas corrompidas y al grito racial de "agua para todos" enardeció a los suyos contra quienes llevan años exigiendo al Consell que cumpla con obligación tan elemental. La bronca terminó, como cabía esperar, con la expulsión de los munícipes ribereños socialistas del hemiciclo. Y es que ahora, en este país incendiado tantas veces desde el poder con los gritos y pancartas de rigor, no se puede hablar del agua. Ni siquiera sea para depurarla. No, ahora no toca. Tocaba, y tanto, cuando el Gobierno de Zapatero invertía lo que no está escrito para garantizar los recursos hídricos que necesitamos. Aquellos tiempos de gloria en los que González Pons decía de las desaladoras que eran las nucleares del mar y que producían atrofia testicular (así, literalmente). Tocaba cuando los de Camps declararon tierra gala una franja de 300 metros de ancho a lo largo de todo el país para que allí se construyera un acueducto que sabían nunca iba a llegar. Ahora no. Los de Emarsa no quieren ni oír hablar de depurar las aguas de La Ribera. No les va lo del agua limpia. Lo suyo es la turbidez.

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