Publicado en Economía 3 en febrero de 2009.
Decía hace unas semanas el Nobel de Economía Robert E. Lucas que “en una crisis financiera las cosas suceden muy deprisa”. A estas alturas, en nuestro tiempo, nadie puede dudarlo. La actual crisis global se está mostrando extremadamente virulenta, tanto por su intensidad como por su profundidad, por su extensión como por la rapidez de su propagación.
Nuestra tierra no es ajena a la situación de la economía mundial. No lo fue, tampoco, al largo período de crecimiento y prosperidad que la precedió. El rápido deterioro de nuestra salud económica en los últimos trimestres se ha producido en un contexto internacional tremendamente adverso en el que la crisis financiera inicial ha terminado por arrumbar la economía productiva. Esto ocurre en Castellón y en el conjunto de España, como en Japón, Gran Bretaña, Estados Unidos o la Europa del Este.
Es cierto, no obstante, que en nuestras comarcas la crisis tiene acelerantes endógenos que están golpeando duramente nuestra capacidad de empleo y de generación de riqueza. Por un lado, la excesiva dependencia, directa o indirecta, del sector de la construcción nos ha hecho más vulnerables. Eso se ha traducido en un incremento voraz de la tasa de desempleo, que ha crecido en el último año el doble que en el conjunto de España. Por otra parte, el anquilosamiento de las estructuras institucionales castellonenses ha restado capacidad de respuesta a las especificidades de la crisis en la provincia. Estamos en un bucle melancólico que es preciso romper para retomar el impulso y las posibilidades que nuestros emprendedores y emprendedoras reclaman.
El futuro llegará preñado de nuevos paradigmas que es imprescindible determinar en el presente. No quiero decir con ello que los motores de nuestro reciente crecimiento decaigan. El empuje y la capacidad de proyección de nuestras empresas constructoras, azulejeras y turísticas han de seguir ejerciendo su protagonismo. De su inquebrantable vocación de futuro depende nuestra salida de la crisis.
Hemos de saber, sin embargo, que el mañana no va a ser igual que el ayer. Que hemos que repensarnos, de recrearnos. El tiempo de la globalización se nos ha mostrado, en esta crisis, en toda su descarnada realidad. Eso lo saben los emprendedores, propietarios, gerentes o trabajadores de nuestras empresas. Lo sabemos también las Administraciones Públicas, todas. Lo sabe la gente de nuestros pueblos y ciudades.
Y será con la complicidad de todos como abrazaremos el futuro con solidez y capacidad de progreso. El Gobierno de España ha convocado a todos los poderes públicos, a los agentes sociales y económicos, a la ciudadanía a conjurarnos contra la crisis. Lo ha hecho con medidas pactadas y acordadas con otros gobiernos y en el marco del diálogo social. Con dos premisas fundamentales: nadie puede quedar en la cuneta de la deriva de la crisis, porque proteger a los más vulnerables ahora es una cuestión de dignidad, y también un motor de dinamización económica y de estabilidad social. Y, dos, activar todos los resortes que nos permitan alumbrar un futuro de mayor consistencia, más competitivo, más solidario, de crecimiento más sostenible.
Las medidas anticrisis del Gobierno son bien conocidas, están siendo ejecutadas y abarcan toda la complejidad de esta crisis poliédrica. Y estoy convencido de que la Generalitat pondrá definitivamente en marcha las actuaciones tantas veces anunciadas en beneficio de los sectores productivos que son de su competencia. Nuestras empresas reclaman el liderazgo que sólo los gobiernos pueden garantizar.
Ahora, aquí, en Castellón, en imprescindible tomar las medidas que hagan menos dolorosos los efectos de la crisis. Sin duda, entre todos. Pero siendo ello esencial para garantizar la viabilidad de nuestras empresas y la dignidad de nuestras familias, es inevitable definir el mañana. Hemos, ya, de construir el futuro. La experiencia de nuestros emprendedores, de empresarios y trabajadores, es vital en este momento. Ellos han sabido generar riqueza innovando y abriéndose al mundo; y lo seguirán haciendo.
Los sectores sobre los que hemos construido la prosperidad de los últimos años seguirán siendo esenciales en el futuro. Pero hemos de buscar, imaginar y encontrar nuevas fórmulas, nuevos nichos de riqueza que hagan nuestro desarrollo menos vulnerable a las oscilaciones de la economía mundial. El know-how de nuestro distrito industrial cerámico nos proporciona una ventaja competitiva que hemos de saber aprovechar. Como el generado por nuestra actividad turística, agrícola o de la construcción.
Repensarnos a nosotros mismos, ese es el reto, partiendo de la experiencia acumulada tras décadas de esfuerzo y buen hacer. Profundizar en nuevos desarrollos cerámicos orientados a la domótica, los espacios públicos, los materiales clínicos o de alta resistencia. Avanzar en nuevas fórmulas turísticas que hagan, real y decididamente, de nuestra dicotomía litoral-interior un valor de calidad para el turismo de salud y cultural. Intensificar la transferencia universidad-empresa, reforzando la centralidad de nuestra Universidad en el entramado emprendedor de la provincia. Innovar y mejorar nuestro sistema formativo, potenciando la creatividad, el compromiso social, la versatilidad y la capacidad científico-técnica de nuestra ciudadanía.
Hoy, como nunca, precisamos abrir nuevos espacios para imaginar, debatir y discutir sobre lo que queremos y podemos ser. Tras la crisis se abrirá un nuevo tiempo que no será transitable exclusivamente con los paradigmas del pasado. Confío en que Economía 3 nos acompañará en ese camino complejo y apasionante.