#Islandia - La victoria, el pasado fin de semana, de las derechas en las elecciones legislativas que tuvieron lugar en Islandia ha de ser objeto de reflexión necesaria. Lo que ocurrió en ese pequeño país tras la quiebra de su sistema financiero en los primeros compases de la crisis parecía alumbrar una salida alternativa a las experimentadas en la Europa del euro. Impago de la deuda externa, procesamiento judicial de los responsables políticos del desastre, redacción de una nueva constitución a partir de las propuestas ciudadanas. Un Gobierno de socialdemócratas y verdes (el primer Ejecutivo de izquierdas en los casi 70 años de independencia de Islandia) puso la economía de nuevo en marcha y se volvió al crecimiento. Todo eran parabienes. Así, se hablaba en la Red de la revolución islandesa, del ejemplo islandés... Ahora quienes eso decían se desdicen y nos enteramos de que no todo lo que se quería hacer se pudo hacer. Ni deuda, ni juicios, ni constitución... El caso es que la ciudadanía ha vuelto a entregar la confianza a la misma derecha que llevó el país a la ruina hace sólo cuatro años. Con certeza habrá parte de responsabilidad en esto de los gobernantes rojiverdes, su incapacidad o su falta de determinación. Pero haríamos mal en simplificar así el proceso islandés. La salida a esta crisis no depende sólo de la voluntad de los gobernantes. La cuestión no es sólo qué hay que hacer, sino cómo hacerlo. En democracia el cómo legítima o deslegitima el qué. Y la voluntad de la ciudadanía, a menudo sometida consciente o inconscientemente a las verdades prescritas por el bloque de poder, es determinante. No podemos olvidarlo. No hay soluciones fáciles para una salida progresista a la crisis.
Berit Wallenberg. Reykjavik. 1930. Swedish National Heritage Board. Documento bajo licencia Creative Commons PublicDomain |
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