Publicado en Levante de Castelló el 18 de marzo de 2018
En apenas diez días Castelló, como el conjunto del País Valenciano y el resto de España, ha vivido dos grandes movilizaciones de apariencia distinta pero de sentido convergente. De un lado, la huelga de las mujeres del pasado 8 de marzo, la más importante movilización feminista conocida en nuestro país en exigencia de igualdad real contra la brecha salarial, la discriminación de género y la violencia machista. De otro, las concentraciones y manifestaciones promovidas por las organizaciones de pensionistas, centrales sindicales y la izquierda política en demanda de pensiones dignas y de un sistema de seguridad social sostenible que garantice su continuidad en el futuro.
Miles de ciudadanas y ciudadanos movilizados por la igualdad y por la dignidad en nuestras calles. Miles de luchadores y luchadoras en nuestras plazas reclamando decencia a un sistema social y político cada vez más esclerotizado, que consiente la discriminación salarial contra las mujeres o que condena a jubilaciones de miseria a muchos de quienes trabajaron y, más aún en el tiempo por venir, a quienes hoy trabajan en condiciones inaceptables.
En ambos casos las derechas, así la vieja de pedigrí azulete como la recauchutada bajo barniz naranja, han puesto tierra de por medio para mostrar su distanciamiento respecto de ambas causas, cuando no se han mostrado abiertamente beligerantes contra ellas. No es cuestión que a unos u otros ocupe, salvo que vean ahí presagio de futuros costes electorales. Ya dijo M. Rajoy hace unas semanas, en lo que hace a la brecha entre los salarios de hombres y mujeres, que "no nos metamos en eso".
Y no quieren meterse en “eso” de la igualdad salarial de género, ni en “aquello” de la dignidad de vida de las trabajadoras y los trabajadores jubilados porque lo uno y lo otro son incompatibles con su programa de liquidación de nuestro sistema de bienestar y de perpetuación de la cultura machista en nuestra sociedad.
Las y los socialistas castellonenses estamos comprometidos con el grito de quienes reclaman cambiar en profundidad este estado de cosas. En las instituciones y en las calles, desde los gobiernos o desde la oposición política. Creemos en la radical igualdad de las mujeres y los hombres, sin espacios de excepción, ni en el trabajo, ni en la política, ni en la familia… Y creemos, también, en el pacto intergeneracional que posibilita que quienes estamos en edad de trabajar contribuyamos a garantizar pensiones dignas a quienes ya lo hicieron. Ambas convicciones están en nuestro ADN político y han de seguir dando sentido al compromiso de las izquierdas con el progreso social.