Publicado en Levante de Castelló el 15 de octubre de 2017
No digo yo que la rogativa invocada por el obispo López para que llueva no vaya a ayudarnos a combatir la sequía que sufrimos. Si la sed de nuestras tierras fuera cosa que dependiera de la voluntad divina para ser saciada tendríamos en la iniciativa episcopal una interlocución plausible a la que debieran aplicarse los creyentes con devoción. Y, por qué no, también quienes no lo somos, si de hacer fuerza se tratara para que quien tuviera que escuchar las plegarias tome nota y haga lo que tenga que hacer.
No creo, sin embargo, que esté en manos eclesiásticas acabar con la sequía. Más que las rogativas son las políticas públicas las que deben resolver el déficit hídrico que tan críticamente condiciona el desarrollo sostenible de nuestras comarcas. Especialmente en lo que refiere a las tierras del noroeste provincial cedentes a la cuenca del Ebro.
Han pasado ya más de cuatro años desde que se anunciara una inversión de 22,5 millones de euros en infraestructuras hídricas que el Gobierno de España iba a acometer de inmediato para minimizar las restricciones de agua que tan habitualmente padecen los habitantes de Els Ports. Fue el presidente de la Diputación, Javier Moliner, quien hizo público el compromiso gubernamental con la solemnidad que acompaña a tantos anuncios solemnemente incumplidos después. Nos dijeron entonces que estábamos ante una decisión histórica: “Hoy es, sin riesgo a equivocarme, un día histórico para todos nosotros, porque por primera vez podemos decir que va a llegar agua del río Ebro a la provincia de Castellón”, afirmaba Moliner. La Confederación Hidrográfica del Ebro se comprometía a la concesión de 10 hectómetros cúbicos anuales de su cuenca para satisfacer las necesidades de la comarca. Y el Gobierno asumía la construcción de balsas de almacenamiento de agua, pozos de bombeo y canalizaciones para el abastecimiento.
Nada de eso ha prosperado. Las inversiones prometidas aquel día que algunos quisieron reservar para la Historia aún están esperando que alguien las incorpore a los presupuestos del Estado. Ni el agua, ni las balsas, ni los pozos ni las tuberías han llegado a Els Ports. Y este año, como tantos otros, en ese ciclo que se repite invariablemente en nuestro régimen climático, cientos de explotaciones agrícolas y ganaderas, infinidad de diseminados por el territorio y decenas de pueblos vuelven a sufrir graves restricciones en la disponibilidad de un recurso tan esencial como el agua.
No, no es admisible. El cambio climático va a hacer cada vez más acuciante esa situación, es evidente. Y no podemos abandonar a su suerte a quienes tanto contribuyen a preservar nuestro territorio. Esa también es una política en la lucha contra la despoblación de las comarcas del interior de Castelló. Y no la menos importante.
Embalse de María Cristina. Fotografía de Manolo Nebot |
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