Publicado en Mediterráneo en julio de 2007.
Hace unos días me reuní en la Subdelegación del Gobierno con la dirección de Aerocas para determinar las necesidades en materia de seguridad del futuro aeropuerto de Vilanova. Fruto de ese encuentro, que daba continuidad al propiciado hace un año por Juan María Calles, fue la creación de un grupo de trabajo conjunto que fijará las infraestructuras que precisan la Guardia Civil y la Policía Nacional en el recinto aeroportuario.
Es este un buen ejemplo de cooperación administrativa. Porque las distintas administraciones deben colaborar con lealtad para resolver con eficacia las demandas y las necesidades de ciudadanos y ciudadanas. Y mal haremos los responsables públicos si anteponemos con deslealtad nuestros intereses personales o de partido a los intereses generales de la ciudadanía. Así lo entiende, al menos, el Gobierno de Zapatero.
Lamentablemente otros no comparten esos principios. No voy a insistir en la actitud del Ayuntamiento de Castellón respecto de la N340 o de la Comisaría de Policía. Se ha escrito ya demasiado sobre eso. Ni voy a referirme al bochornoso episodio de la concejala Gallén, cuestionando la profesionalidad y la honorabilidad de nuestras Fuerzas Armadas en el acto de la arriada de bandera en la Comandancia Naval del Grao. Esto queda en el ámbito de lo grotesco y no merece mayor atención.
Estos días estamos teniendo conocimiento de otro ejemplo manifiesto de deslealtad entre administraciones: la actitud del Govern de la Generalitat respecto de la desaladora de Torrevieja. De nada ha servido que el Tribunal Supremo haya dado la razón a la empresa pública Acuamed en el impulso del proyecto que había sido paralizado por el Consell. Camps sigue, erre que erre, poniendo impedimentos a una infraestructura que permitirá cubrir las necesidades de agua de la Vega Baja del Segura. Ese es su estilo: cuanto peor, mejor. Ya lo demostraron, hace dos años, con el bloqueo del convenio para la construcción de la desaladora de Oropesa.
No sé si ustedes coincidirán conmigo, pero no creo que esto sea gobernar con buen juicio. El partido de Acebes y Aznar mantiene su cruzada particular contra todo aquello que discrepe de su forma de ver y entender el mundo. Ya saben: “antes rota que roja”. Lo cierto es que el PP, al asumir la deslealtad como principio de su relación con el Gobierno de España, está transmitiendo a la sociedad una imagen tremendamente negativa. Y de ello se hacen eco, uno tras otro, los distintos sondeos de opinión.
Miren, el barómetro de julio del Centro de Investigaciones Sociológicas es así de contundente: el 50 por 100 de los encuestados considera malo o muy malo el trabajo del PP en la oposición. Más aún, sólo un 14 por 100 cree que la labor de los populistas en la oposición es buena o muy buena. Y en lo que se refiere a la confianza que inspira el señor Rajoy, la misma contundencia: 75 de cada 100 españoles desconfían del jefe del PP, y a sólo 23 les inspira confianza. Por eso no es de extrañar que los ciudadanos aprueben al presidente Rodríguez Zapatero frente al deficiente 3,8 de don Mariano, por detrás de Gaspar Llamazares o de Josep Antoni Duran i Lleida
Esto es lo que hay. Los ciudadanos terminan por hartarse de tanta deslealtad, de tanto juego sucio y de tanto desvarío político.
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