24 septiembre 2007

Discurso con motivo de la celebración de Nuestra Señora de la Merced en el Centro Penitenciario de Castellón en 2007

Tengo la satisfacción de dirigirme por primera vez a vosotros y a vosotras en el día de la celebración de la Merced… y me gustaría comenzar leyendo este testimonio:

“Era yo un chico de las calles y no fui a escuela alguna. Robé para subsistir y dormí en techos y subterráneos de la inmensa y salvaje ciudad de Nueva York. De haber permanecido en las calles no hubiera sabido quizá que rumbo tomar. Me sacaron de ellas, fui enviado a la cárcel, y he aquí que algo que la mayoría hubiera considerado una gran injusticia resultó ser lo mejor que pudo sucederme nunca. En la prisión no experimenté la absurda torpeza de la juventud; en ella tuve que tratar con hombres, (con tristes hombres), y con el tiempo (tres años en total), tiempo en que leí miles de grandes libros. Cuando abandoné el lugar a los 20 años de edad, era un autodidacta en humanidades. Esto no significa que la prisión sea un buen lugar, por supuesto. Cualquier puerta de hierro cerrada sobre un hombre es algo triste y terrible. Pero no está en mi idiosincrasia rechazar algo desagradable cuando ese algo, de alguna extraña manera me ha sido beneficioso.”

Estas palabras corresponden a Gregory Corso, quien a pesar de estar internado en instituciones de acogida y reforma desde los trece años, y de haberse criado sólo en las peores calles de Nueva York, tras su paso por la cárcel, abandonó su incipiente carrera como delincuente para convertirse en uno de los mejores poetas norteamericanos de la generación beat.

Queridos amigos, queridas amigas, el testimonio con que he abierto mi intervención recoge con claridad el sentido de la prisión, la razón de ser de vuestro trabajo.

Quiero agradeceros en nombre del Gobierno de España y de tantos Gregorys Corsos anónimos, para los que su paso por la prisión ha supuesto un cambio de rumbo radical en su vida, la extraordinaria labor que desarrolláis en las instituciones penitenciarias de nuestro país.

Sé que vuestro trabajo es a menudo ignorado por el resto de la sociedad. Sé que vuestro esfuerzo no siempre recibe el reconocimiento que merece. Pero quiero que sepáis que a vosotros y a vosotras os debemos que nuestra sociedad sea mucho más segura y mucho más decente. Gracias, por ello, por hacernos a todos más libres.

La eficacia de nuestro sistema penitenciario se fundamenta en vuestra profesionalidad y vuestro compromiso. Pero sería injusto haceros responsables únicos de su buen o mal funcionamiento. Y la Administración penitenciaria lo sabe bien.

Hace ya mucho tiempo que la influencia de Michel Foucault rompió con el panoptismo que había regido las prisiones de los países de nuestro entorno durante la primera mitad del siglo XX. En su Vigilar y castigar, el sabio francés puso radicalmente en cuestión aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas. Y quebró el concepto de vigilancia radial, inspirador de nuestras viejas prisiones modelo, donde un vigilante observaba a multitud de reclusos sin ser visto ni mezclarse con ellos.

Foucault abrió paso a un sistema penitenciario más humano y más responsable, en el que el funcionario dejaba de ser mero vigilante para implicarse directamente en la vida del recluso, conociéndole, sabiendo de sus problemas y siguiendo la evolución de su conducta dándole los medios para que pudiera modificar su comportamiento.

Ahora estamos insertos en un proceso intensivo de socialización y personalización de las políticas penitenciarias que exigen de más y mejores recursos y de una creciente intervención de los agentes sociales en las estrategias de rehabilitación de la población reclusa.

Para ello vamos a seguir ampliando la oferta de programas específicos orientados a determinados tipos de delincuentes. Porque la sociedad precisa que su reinserción, una vez cumplida su condena, sea plena, dejando atrás los comportamientos delincuenciales por los que fueron privados de libertad.

Y continuaremos, asimismo, profundizando en todas aquellas medidas organizativas y tecnológicas que garanticen que quienes cumplen su pena fuera de la prisión lo hagan con las debidas condiciones de seguridad y contribuyendo convenientemente al bien común.

Todo ello requiere, amigos y amigas, del concurso decidido de instituciones, empresas y organizaciones sociales. Y sé que el trabajo impulsado desde la dirección de este centro en ese sentido ha sido encomiable. Hoy tenemos ya varios acuerdos de colaboración con ayuntamientos de la provincia, que ofertan puestos de trabajo para el cumplimiento de penas fuera de la prisión. Y contamos con la confianza y el apoyo decidido de numerosas empresas y organizaciones profesionales y de voluntarios sin las que la prisión no podría llevar a cabo muchas de las actividades rehabilitadoras actuales. A todos quiero trasladaros el agradecimiento del Gobierno. Vuestro compromiso es imprescindible para que nuestro sistema penitenciario sea eficaz.

Voy ya a terminar. La Merced de 2008 contará en nuestra provincia con un nuevo centro penitenciario. En el primer semestre del próximo año entrará en servicio el Centro Penitenciario Castellón II, que junto a los de Estremera en Madrid, Morón de la Frontera y el recién inaugurado del Puerto de Santamaría introducirán la red penitenciaria española en el siglo XXI. No son empeños aislados. El Plan de amortización y creación de centros penitenciarios 2006-2012 contempla la construcción de 14 nuevas prisiones, más de 30 centros de inserción social y cinco unidades para madres.

El Gobierno de España está comprometido decididamente en modernizar nuestro sistema penitenciario con el convencimiento de que así mejorará nuestra sociedad. Sé que los trabajadores y las trabajadoras de este centro estáis viviendo este proceso con un notable esfuerzo personal. Sé que, a pesar del esfuerzo sostenido de la Administración penitenciaria en estos últimos años, vuestras condiciones de trabajo son mejorables. Pero con la misma convicción os digo que el Gobierno no cejará en su apuesta por construir un sistema penitenciario que garantice vuestra plena realización personal y profesional.

Para concluir quiero personalizar mi admiración y agradecimiento hacia todos vosotros en los trabajadores a los que ahora se les hará entrega de las menciones honoríficas. Pedro, Isabel, Pedro Luis, Adolfo, Álvaro Ignacio. Gracias, muchas gracias. Representáis como nadie los valores de vocación y compromiso en los que creemos los servidores públicos. Enhorabuena por vuestros 25 años de servicio.

Muchas gracias

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