Publicado en Levante de Castelló en diciembre de 2009
“El ordenador de Zapatero puede provocar la miopización a muchos niños”. Alejandro Font de Mora dixit. Meses después de su batalla contra la ciudadanía de nuestros jóvenes el conseller de Educación del gobierno autonómico ha vuelto al estrellato mediático. Entonces no quería que los niños y las niñas valencianas aprendieran a convivir en libertad, en democracia, en diversidad, con respeto. Ahora inicia una nueva cruzada contra la modernización del sistema educativo. Esa afirmación del honorable conseller sólo puede explicarse a partir de tres líneas argumentales, todas ellas muy, pero que muy preocupantes.
La primera de ellas es demoledora para el conjunto de la humanidad. El conseller tiene razón y los ordenadores financiados por el Gobierno producen miopía. Si esto es así, confío en que el Consell haya puesto en conocimiento de las autoridades sanitarias nacionales e internacionales su hallazgo. Y que lo haya hecho con contundencia. Si es verdad lo que dice el señor Font de Mora, deben ponerse en marcha todas las alarmas de la OMS para que el mundo no se quede miope. Porque... ¿saben ustedes cuantos miles de millones de seres humanos usamos a diario las pantallas de ordenador, de móvil, de consola o de televisor? Si el Consell de la Generalitat no ha activado ya todas sus influencias (institucionales, me refiero) para librarnos de este horror, está incurriendo en una irresponsabilidad histórica sin precedentes: condenarnos a todos a la miopía más aberrante. Aquí tiene el presidente Camps una ocasión de oro para limpiar su cuestionada hoja de servicios.
Puede ser, sin embargo, que la afirmación de Font de Mora sea falsa. Descarto por supuesto que se deba a un error al interpretar los papeles preparados por sus colaboradores; el conseller tiene capacidad probada para entender lo que le escriben. Entonces, ¿por qué dijo lo que dijo?
La segunda línea argumental: el Consell no dispone de los 11,2 millones de euros que ha de aportar para completar la inversión del Gobierno de España. La falta de liquidez presupuestaria de la Administración valenciana condenaría, de ese modo, a nuestros escolares a unas condiciones de aprendizaje y formación peores que las de la inmensa mayoría de los niños y niñas españoles y del mundo desarrollado. Es un torpedo a la línea de flotación de nuestro futuro, que evidenciaría que la permanente huída hacia delante del Consell está condicionando muy negativamente la capacidad de esta tierra para entrar en el nuevo tiempo de la sociedad del conocimiento.
También es cierto que resulta difícil de entender que el gobierno que acordó invertir 90 millones de euros en la Formula 1 o avalar al Valencia CF con 74 millones hace apenas cuatro meses, ande con estas estrecheces financieras para invertir en la formación de nuestros hijos. ¿No dispone ahora de 11,2 millones cuando disponía de 164 en agosto para el automovilismo y el fútbol? Convendrán conmigo que el asunto es grave, especialmente si tenemos en cuenta que desde el mes de octubre todas las comunidades autónomas, con la excepción de Madrid, Murcia y la Comunidad Valenciana, están firmando los correspondientes convenios de colaboración con el Ministerio de Educación.
Cabe una tercera posibilidad: que el Consell disponga de esos 11,2 millones de euros pero que no quiera invertirlos en la mejora y modernización de nuestro sistema educativo. Quizás para seguir en su política de enfrentamiento permanente con el Gobierno de España, como viene haciendo, por ejemplo, en la gestión de los derechos que consagra la Ley de Dependencia o como pretendió hacer con la educación ciudadana de nuestros jóvenes. Supeditando los intereses de los ciudadanos al interés partidista.
Tal vez, y esto sería aún más grave, tienen el dinero y no lo ponen porque creen en otro modelo. En su modelo, el de una mano de obra mal formada, poco cualificada y vulnerable a los vaivenes de la coyuntura. Así no vamos bien. Así nuestros empresarios, nuestras organizaciones sindicales, todos y todas sabemos que no se construye futuro en un mundo tremendamente complejo como el que vivimos. Sabemos que ese no es el camino. Pero… ¿lo saben quienes gobiernan nuestra Comunidad? Si no lo saben, no sirven para asumir esa responsabilidad. Y si lo saben, peor: son desleales con las necesidades y las aspiraciones de la ciudadanía.
14 diciembre 2009
05 diciembre 2009
Por el mar corren las liebres
Decía el ministro nazi de propaganda Joseph Goebbels: “Miente, miente, que al final algo quedará... cuanto más grande sea una mentira, más gente lo creerá". También fue él quien legó a la posteridad esta perla: "Si una mentira se repite suficientemente acaba por convertirse en verdad".
Algunos deben creer que la mejor forma de estar en la vida pública es echar mano de los 11 principios de la propaganda del ministro de Hitler. Deben pensar que cuanta más confusión y más engaños, mejor para sus intereses partidarios. Sin importarles lo más mínimo el daño irreversible que están generando con su actitud al prestigio de las instituciones y a la credibilidad de la democracia.
Decir, como he leído esta semana a una responsable de la derecha local, que el Gobierno de España es el culpable de que en nuestro hospital de referencia no se administre la anestesia epidural a las parturientas los fines de semana no es una opinión. Es una mentira.
También lo es la afirmación de que la gestión de las escuelas infantiles construidas con el dinero del Plan Zapatero por el Ayuntamiento de Castellón será privatizada por culpa del Gobierno. O que también es el Gobierno el culpable de que la Diputación haya presentado un presupuesto a la baja para 2010. No son, en ningún caso, opiniones fundadas en el análisis racional de la realidad y en la discrepancia política. No. Son, simple y llanamente, mentiras.
Según la Real Academia, mentir es "decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa". Y, podríamos añadir, hacerlo con la volundad de engañar a otras personas a fin de obtener beneficio propio.
Quienes han dicho lo que hemos leído sobre las epidurales o las escuelas infantiles, o sobre tantos y tantos asuntos, saben perfectamente que no es responsabilidad del Gobierno. Lo saben, lo creen y lo piensan. Como sabía el conseller Font de Mora que los ordenadores que financia el Gobierno mediante el programa Escuela2.0 no van a ser los causantes de la "miopización" de nuestros jóvenes. Lo saben porque conocen la Constitución, el Estatut y el resto de normas que determinan las competencias de cada Administración en nuestro Estado autonómico. Pero prefieren el engaño.
Los gobiernos deciden sus prioridades en política de gastos. Ahí fijan sus preferencias en la asignación de recursos para impulsar o retardar unas u otras políticas públicas. Cuando un gobernante decide, por ejemplo, destinar una gran parte de su capacidad inversora a la Fórmula 1, a la Copa del América o a avalar a equipos de fútbol manifiesta una opción, una voluntad, una concepción de lo que debe ser la sociedad a la que dice servir. Esa opción de gasto, como es lógico imaginar, va en detrimento de otras opciones, habida cuenta de la limitación de los recursos. Todo ello es absolutamente legítimo, sin duda, aunque pueda ser cuestionable.
Lo que no es legítimo es endosar la responsabilidad de esas decisiones al Gobierno de España. Si yo decido gastarme todos mis ahorros en un producto de superlujo e hipotecarme de por vida, no es usted el responsable de que mis hijas carezcan de lo esencial para vivir con dignidad. A todos nos gusta la buena vida, pero antes deberemos garantizarnos la vida digna. Es una cuestión de sentido común.
Hans Küng, desde la presidencia de la Fundación Ética Global, nos hace esta reflexión: "El juego sucio y los engaños no salen rentables a largo plazo. ¿Por qué? Porque minan la confianza. Y, sin confianza, la política constructora de futuro es imposible." Pues eso, construyamos confianza para construir futuro y neguemos crédito a quienes quieren hacer de la política el espacio de la mentira. … Y que 2010 sea un año de esperanza para todas y todos.
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