01 septiembre 2007

Alcaldes de l'Alcalatén

Publicado en Mediterráneo en septiembre de 2007


Era la media tarde del martes 28 de agosto cuando me confirmaron la gravedad del incendio declarado pocas horas antes en Les Useres. El fuego se había enrocado, había tomado vigor alimentado por el viento y el asfixiante calor ambiental. Toneladas de combustible vegetal estaban a su alcance en nuestros montes y barrancos para ser convertidos en cenizas. Sin quererlo, en muy pocas horas, l’Alcalatén se convertiría en portada de los noticiarios de todos los medios de comunicación.

Les Useres, Costur, Atzaneta, l’Alcora, Llucena, Figueroles. Miles de hectáreas del corazón castellonense se cubrieron de tonos grises. Les confieso que aún ahora, una semana después, siento el olor de la tierra quemada. Pero más allá de la catástrofe, el fuego de l’Alcalatén me ha enseñado el valor y la fuerza de la gente, la solidaridad y el sentimiento de comunidad. Fue admirable el trabajo de cuantos participaron en las tareas de extinción, desde los técnicos del puesto de mando hasta los cientos de bomberos, brigadistas, guardias civiles, pilotos y militares que se jugaron la vida para combatir el fuego. A todos ellos debemos estarles enormemente agradecidos.

Pero me van a permitir que no insista en cuántos recursos ni en qué estrategia se siguió para reducir el incendio. Los medios de comunicación lo han glosado reiteradamente estos días y no haría aquí más que cansarles si lo hiciera de nuevo. Me interesa más destacar un aspecto sobre el que no se ha escrito tanto, que ha aparecido con mayor discreción en la prensa. Quiero expresar mi reconocimiento al arrojo, a la capacidad de liderazgo y al compromiso de los alcaldes de los municipios afectados.

Veo ahora los ojos enrojecidos de Delia Valero, la alcaldesa de Les Useres, al recibirme aquella tarde. Su pesar por el dolor de sus vecinos y su fuerza para darles ánimos y para organizar la intendencia. Ella y su gente estuvieron siempre allí, alentando a quienes venían del frente de fuego y preparando cafés, bocadillos, refrescos…

Recuerdo también la expresión inquieta y preocupada del alcalde de Atzaneta, Ximo Escrig, y su continuo ir y venir. Estuvo alerta en todo momento y junto a sus vecinos cuando el incendio cubrió de desolación sus tierras. Él temía, mucho antes de que ocurriera, lo que acabó ocurriendo.

Y Gonzalo, Gonzalo Centelles, casi tres décadas luchando día a día por su pueblo. El jueves por la mañana, después de la noche terrible en que Costur vio las llamas en sus calles, su alcalde acudió al puesto de mando lleno de dolor físico y moral. Sus manos tiznadas de negro y la mirada dura de quien llora la desgracia de su gente.

Los tres fueron ejemplo de servicio y de entrega a sus pueblos. Como Vicent Nebot, de Llucena. Sabía la batalla que estábamos librando; lamentablemente no era su primer gran incendio. Y, por supuesto, estuvo también ahí. Y facilitó con todos los medios a su alcance la instalación en su pueblo del puesto de mando la noche del jueves.

No olvido la voz angustiada de Javier Peris al otro lado del teléfono cuando las llamas se acercaban a la Foia, en l’Alcora. “Las veo llegar”, me decía, “las veo llegar, ya están aquí”. Él también estaba junto a su gente, como siempre. Y Luis Gregori, el alcalde de Figueroles.

Delia, Ximo, Gonzalo, Vicent, Javier, Luis. A todos muchas gracias por saber liderar, por saber luchar, por saber escuchar. Gracias por darnos este ejemplo de lealtad y compromiso.






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