Publicado en Mediterráneo el 6 de febrero de 2010
Hace unos días el vicepresidente Cotino explicaba en nuestra tierra las razones por las que la planta de tratamiento de residuos proyectada en la Vall d'Uixó en el marco del Plan Integral de Residuos de la Comunidad Valenciana de 1997 (sí, hace más de 12 años) no cuenta siquiera con terrenos para ser diseñada. Decía el conseller que la propuesta inicial se había hecho sobre el espacio reservado por la Generalitat para la construcción del trasvase del Ebro hasta Almería. Por ello se había desechado y estaban todavía buscando dónde construir esa planta que debe tratar los residuos urbanos de la Plana Baixa y del Alto Palancia.
No voy a recordar aquí lo que en febrero de 2008 decía el responsable de medio ambiente de la Diputación Vicent Aparici respecto de la planta de la Vall: “Ya está todo dispuesto para que comiencen las obras”, afirmaba hace ahora dos años. No es esto lo que interesa en mi relato. Lo que me parece realmente relevante es la peculiar forma de hacer política y de asumir responsabilidades de quienes dirigen nuestras instituciones de autogobierno. Miren, lo que venía a decir Cotino el otro día es que la Generalitat no puede gestionar las basuras de Castellón (competencia que le corresponde por ley) porque tiene reservado suelo para construir el trasvase del Ebro hasta Almería, respecto del que el Gobierno de España (a quien corresponde esta competencia) hace ya seis años que ha dicho que no lo va a construir.
Disculpen este galimatías propio de una comedia de Billy Wilder, pero así son las cosas. ¡No sabemos dónde meter nuestra basura porque el Partido Popular de Castellón y de la Comunidad Valenciana cree que estamos todavía en 2004! Nuestros ayuntamientos tendrán que transportar a cientos de kilómetros la basura que generamos porque los señores Camps, Cotino, Fabra y compañía viven fuera de la realidad. Una pérdida de sentido que nos va a costar a los castellonenses millones de euros y que pone en peligro cualquier proyecto de futuro para nuestra provincia. Esa es la cuestión. Es un absurdo mayúsculo que delata la manera de entender la acción política y de practicar la gestión pública de quienes fueron elegidos para resolver los problemas de la gente y no para ensoñar la reconquista conservadora de La Moncloa a costa de lo que sea.
Lo más grave es que este esperpento de las basuras es uno más de entre muchos otros. Ese empecinamiento en no hacer ni dejar hacer nos está haciendo languidecer, nos está desangrando en un tiempo que exige determinación para repensar y rediseñar nuestro futuro. Es absolutamente imprescindible, ya, que las administraciones públicas, todas, asuman su responsabilidades en función de las competencias que la Constitución, el Estatuto de Autonomía y el conjunto de nuestro ordenamiento jurídico establecen clara y manifiestamente para cada una. Y asumirlas con valentía y determinación.
Cada día que los prebostes de la derecha local se dedican a culpar a Zapatero, o a los ecologistas, o a los vecinos de aquí o de allá, o al emperador del Japón de los males del mundo dejan de hacer lo que a ellos les corresponde hacer. Mientras hablan del AVE que a ellos no les corresponde hacer y que el Gobierno está haciendo, se olvidan de construir las carreteras que han de facilitar la conectividad de nuestras ciudades. Mientras hablan del trasvase del Ebro a Almería que ellos no van a construir, se olvidan de las basuras que a ellos corresponde gestionar. Y es que, como he dicho tantas veces, quienes rigen nuestras instituciones provinciales y autonómicas renunciaron ya hace mucho tiempo a gobernar; para ellos lo prioritario es la oposición contumaz y virulenta al Gobierno de España. Ahora ya no sólo tendremos el agua para todos que nos garantizarán las obras del programa Agua; también vamos a tener… ¡basura para todos!, que nos garantizarán las políticas del Consell.
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