Publicado en Mediterráneo en junio de 2007
Hace dos veranos crucé el canal de La Mancha entre Calais y Dover. Lo hice con un ferry. Al final no me decidí a cruzar por el túnel bajo el mar. Me lo propuse años antes, y también desistí. No sé. Me causa cierta intranquilidad meterme en un túnel bajo miles y miles de toneladas de agua. Lo cierto es que se trata de una obra de ingeniería admirable; de una complejidad fácil de imaginar: tres túneles de 50 kilómetros para unir Gran Bretaña al continente europeo. ¿Saben cuánto tiempo transcurrió desde la elección del proyecto de construcción hasta su inauguración? Ocho años.
Ese tiempo es justo la mitad del que ha pasado desde que se empezara a proyectar la ronda de circunvalación de Castellón. Fue en 1991 y en 16 años sólo hemos conseguido construir tres cuartas partes de nuestra ronda. No hablo de la de Barcelona, ni de la de París. Hablo de la circunvalación de Castellón de la Plana.
Permítanme que les refresque la memoria: en 1991 ni siquiera estaba en servicio el AVE Madrid-Sevilla, todavía existía la Unión Soviética y no había televisiones privadas en España. Es que hace mucho tiempo… ¡y no sabemos todavía cuándo estará cerrada esa ronda esencial para facilitar la movilidad de nuestra gente!
Es solo un ejemplo de la incapacidad de los gobernantes populistas para atender sus obligaciones con la sociedad a la que dicen servir. Saben ustedes que hay muchos más. El otro día recordaba otro caso este mismo diario: hace ya casi 10 años (sí, sí: ¡diez años!) que se puso en marcha el proyecto para construir la carretera entre Cabanes y Oropesa por el Desert de les Palmes. Hace ya tanto tiempo que entonces todavía no se había oído hablar del AVE Madrid-Comunidad Valenciana. Era la época en que Aznar hablaba en catalán en la intimidad y ETA era el “movimiento vasco de liberación”. ¿Recuerdan? Hoy seguimos sin carretera: ¿creen ustedes que debe ser más complicado construir ese vial que unir Francia e Inglaterra bajo el mar? Yo, francamente, tengo la intuición de que no.
Por no hablar del aeropuerto, cuya construcción va a costar mucho más tiempo que la gran ampliación de Barajas, con la T4 y el edificio satélite incluídos. O de la declaración de impacto ambiental del tramo de la A7 desde Vilanova d’Alcolea hasta la provincia de Tarragona, imprescindible para que el Ministerio de Fomento pueda ejecutar las obras necesarias para concluir la gran autovía que cruce la provincia de norte a sur. O de la solución al contencioso entre la Generalitat y los ayuntamientos de Castellón y Benicàssim para definir el trazado de la variante de la N340. O de tantos viales de titularidad autonómica que siguen condenados al sueño de los justos.
Por eso produce vergüenza ajena escuchar a quienes han sido tan manifiestamente incompetentes para cumplir con sus responsabilidades, insistir una y otra vez en que el Gobierno de Zapatero ha abandonado a Castellón. Sé que lo dicen sin creerlo; ellos saben bien que no es cierto. Pero es su estrategia contumaz para hacer ver lo que no es.
Ya sé que algunos dirán que es una estrategia electoral exitosa. Yo creo que no, porque tarde o temprano los ciudadanos y las ciudadanas descubren el engaño. Y ellos lo saben; por eso esta alocada huída hacia adelante para ocultar cuanto hace el Gobierno de la nación por los hombres y las mujeres de Castellón.
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