12 noviembre 2007

Humillado

Publicado en Mediterráneo en noviembre de 2007.

Va a resultar que a estas alturas el partido de Aznar, Acebes y Rajoy se lamenta de no poder hacer lo que hace el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Fíjense, si no, en lo mal que están llevando el tema del viaje real a Ceuta y Melilla. Pudieron hacerlo durante el aznarato; nada se lo impedía. Podrían haber promovido la visita de los Reyes a las ciudades autónomas. Pero no. Prefirieron mandar la Legión al islote Perejil, para después pedir a Collin Powell que intercediera ante Rabat para restablecer nuestras relaciones con los vecinos del sur. A esto llamaban “sacarnos del rincón de la historia”… y así ponernos en el primer plano de las Azores.

Y es que los aznaristas andan apenados. No les salen las cuentas por más empeño que pongan. Han abusado tanto durante estos años del insulto y de la insidia que han perdido los argumentos para criticar desde la razón y la mesura las iniciativas gubernamentales. Ahora buscan excusas para decir que ellos también lo hubieran hecho. Lo de Ceuta y Melilla. Y lo de las pensiones mínimas, las ayudas a la vivienda, la atención a los dependientes, el estatuto de los autónomos, el superavit presupuestario, las ayudas por hijos... y hasta el agua para todos. Todo lo hubieran hecho, pero no lo hicieron. No quisieron hacerlo en ocho años.

En ese laberinto siguen perdidos. Por eso suena a esperpento oír decir a su jefe que se siente humillado por haber repatriado a las auxiliares de vuelo desde el Chad en el avión de Sarkozy. ¿Cuál es el problema? ¿Que el presidente Zapatero no se fotografió con las piernas tendidas sobre la mesa del presidente chadiano antes de traerse a las azafatas? ¿Que no compareció en la rueda de prensa con Sarkozy hablando español con acento francés? Sí, debe ser eso. O, tal vez, que no recurrió a inventar armas de destrucción masiva ocultas bajo las haimas del desierto para amenazar con una invasión que liberara a nuestras compatriotas. A veces se nos olvida que hubo un presidente del Gobierno de España que creía que eso era hacer alta política.

No hay manera de que asuman que las cosas se pueden hacer de otra manera. No pueden admitir que, en democracia, la eficacia de un Gobierno no se mide por el tono chulesco de sus declaraciones sino por su capacidad para garantizar derechos a una ciudadanía responsable. En esa dialéctica estamos instalados. De un lado, un Gobierno que asume sus responsabilidades, que da explicaciones a la gente, que busca nuevos espacios para la convivencia y el progreso, que construye futuro. De otro, una derecha perdida en el marasmo de sus fantasmas familiares, víctima de sus propias mentiras, cegada por un resentimiento enfermizo.

Miren, las sociedades democráticas se construyen con el concurso de todos. La España de hoy es como es porque todos hemos contribuido a su prosperidad y a su progreso social. Y cada Gobierno, en cada momento, aporta un nuevo impulso catalizador de las aspiraciones y capacidades de los ciudadanos. Esta es la legitimidad de la democracia. Quien no quiere entender esto, quien se empecina en negar esa legitimidad aun a costa de debilitar las instituciones y quebrar la convivencia termina por enfrentarse a todos por todo. Sobre eso deben reflexionar algunos, por el bien de este país.

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