Publicado en Mediterráneo el 27 de noviembre de 2010
Lucila nos habló el pasado miércoles desde el escenario del Teatro Principal de Castellón. Lucila nos dio ejemplo, una vez más, del coraje cívico de una mujer apenada, de una madre dolorida por la pérdida de su hija a manos del machismo criminal. Lucila y Félix son los padres de Rocío, asesinada hace dos años por su pareja, Jairo Ortiz. Como los familiares de María o de Fabiola o de Teresa o de Rosario, son víctimas también de hombres asesinos que dijeron que querían a sus hijas, a sus madres o a sus hermanas hasta matarlas.
Lucila y Félix, su valentía, su compromiso, su determinación, su entrañable discreción se van convirtiendo, para muchos de nosotros, en símbolo de la lucha de las víctimas del terrorismo machista para rehacer sus vidas. Padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas que lloran y sufren la soledad del adiós a sus mujeres asesinadas. Todos y todas, la sociedad en su conjunto debemos comprometernos en ese esfuerzo común de ayudar a las familias. El sistema jurídico-penal debe hacer recaer sobre los asesinos toda la fuerza de la pena que establecen las leyes; y el sistema de protección social y bienestar ha de garantizar a las familias de las víctimas, especialmente a sus hijos, las oportunidades debidas para restablecer su sosiego y seguir construyendo su proyecto vital.
Más de 700 mujeres han sido asesinadas en España en la última década por sus parejas. Mujeres como Rocío, María, Fabiola, Teresa o Rosario. Por ellas, por todas ellas y por los millones de mujeres que cada día, en todo el mundo, son sojuzgadas física o verbalmente en soledad por sus hombres hemos de rebelarnos y decir ¡basta ya!
¡Basta ya! de amparar el rito patriarcal de la imposición violenta, de la anulación de la libertad de la mujer cosificada, convertida en patrimonio del hombre que dice quererlas. ¡Basta ya! de soportar el sufrimiento de millones de seres humanos que, por el mero hecho de ser mujeres, padecen día a día el dolor del desprecio, de la intolerancia y de la violencia machista. ¡Basta ya! de tanta connivencia con el machismo que humilla, que desprecia, que denigra, que violenta… y que mata a las mujeres.
Es la igualdad plena y efectiva la única y laboriosa hoja de ruta para combatir eficazmente la violencia contra la mujer. La igualdad real de hombres y mujeres. Nos hemos dotado de buenas leyes para avanzar por esa senda; nuestras leyes de Igualdad, Dependencia y contra la violencia de género son referencias de vanguardia en todo el mundo. Y son muchos los recursos movilizados para hacerlas eficaces. Pero necesitamos más. Necesitamos un esfuerzo de país para romper el nudo gordiano que perpetúa unas relaciones de género basadas en la desigualdad en favor de los hombres.
Cada vez que un hombre hace chanza, bufa o escarnio sobre una mujer, denigrándola por su condición de serlo (“¡mujer tenía que ser!”) está sembrando la semilla de la indignidad. Dijo Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED, que “la igualdad entre géneros llegará cuando las mujeres puedan cometer los mismos errores que los hombres y no se las insulte por ello”. Es eso, eso precisamente. Porque es en ese caldo de cultivo de la cultura machista, del patriarcado que legitima la desigualdad, donde anida y prospera la violencia de los hombres sobre las mujeres.
Félix y Lucila seguirán luchando desde su fundación (Asociación de Ayuda a Familiares de Víctimas “Rocío López Agredano”, AFAVIR) para que el asesinato de Rocío a manos de su pareja no caiga en el olvido. Su ejemplo nos convoca a todas y a todos a seguir construyendo igualdad, esencia última de la libertad. Nos invoca a una mirada distinta, plena y radical, de la convivencia. Lo decía el pasado martes la exministra y actual presidenta de la comisión de Igualdad del Congreso, Carmen Calvo, en el sexto seminario contra la violencia de género de Isonomía: hablamos de “feminizar la democracia”. Es, no lo duden, la revolución pendiente.
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