Publicado en Mediterráneo el 5 de marzo de 2011.
El próximo lunes, como aprobó el último Consejo de Ministros de febrero, la limitación de velocidad máxima en nuestras autovías y autopistas pasará de 120 a 110 kilómetros por hora. Una medida transitoria que el Gobierno ha acordado en un paquete de decisiones destinadas a minimizar el impacto que sobre nuestra factura petrolera puedan tener los cambios que, tan aceleradamente, se están produciendo en el norte de África y el Oriente Próximo.
España importa la práctica totalidad del petróleo que consumimos. Cada vez que llenamos el depósito de combustible de nuestros vehículos estamos comprando derivados de petróleos importados de Rusia, Irán, Arabia Saudí, Libia y otros países productores. Somos muy dependientes del crudo exterior y, consecuentemente, muy vulnerables a las subidas de su precio.
Miren, en febrero de 2001, el barril de petróleo costaba 27 dólares; hoy está por encima de los 115 dólares, y subiendo. Pero es que en los últimos tres meses se ha incrementado en un 35 por 100. Las turbulencias provocadas por la crisis política norteafricana en el mercado petrolero y la incertidumbre institucional generada en los países productores de la zona, así como la fuerte demanda de las economías emergentes y la especulación en los mercados de futuros de estos productos explican la tendencia al alza de los precios. En esta situación, y de mantenerse la cotización actual del barril, la factura petrolera española tendrá un sobrecoste en 2011 de más de 12.000 millones de euros: para hacerse una idea, el doble de lo que invierten todas las administraciones públicas españolas en I+D+i en un año.
En estas condiciones, el Gobierno, atendiendo al interés general (el de todos, el suyo también, amable lector), ha adoptado estas medidas de ahorro energético. Porque en estos momentos ningún gobierno ni organismo internacional en el mundo pueden pronosticar cuanto tiempo va a durar esta situación.
Algunos vuelven a recurrir al mantra populista de la improvisación. Este ha sido, con mucho, el Ejecutivo que ha apostado con mayor determinación por disminuir la dependencia energética de nuestro país, incrementar la eficiencia y diversificar nuestras fuentes de energía, con un esfuerzo enorme por las energías renovables. Las convulsiones del tiempo que vivimos exigen, ahora, en este momento, tomar estas medidas.
Dice González Pons que esto son cosas del soviet y del castrismo renaciente. Dolores de Cospedal afirma que Zapatero es como Franco por tomar estas medidas. Es decir, si transitamos a 120 vivimos en democracia y si vamos a 110 nos convertimos en una dictadura atroz. Sí, ese es el valor que separa, para la derecha española, la libertad de la opresión: 10 kilómetros por hora. No hay más consideraciones: Zapatero es un dictador y el Gobierno de España es un gobierno ilegítimo por hacernos ir a ¡110 kilómetros por hora en las autovías para ahorrar gasolina! Por circular, hemos de saberlo, a la misma velocidad que los estadounidenses, los suecos, los británicos, los rusos o los noruegos. A estas alturas ya nada nos asombra, bien cierto es. Se han dicho tantas barbaridades que a nadie extraña escuchar al Partido Popular afirmar que volvemos a los tiempos de Carrero Blanco y Arias Navarro.
En todo caso podrían preguntarle al alcalde de Castellón por qué ha disminuído la intensidad lumínica del alumbrado público de nuestra ciudad. O a la alcaldesa de la Vall d'Uixó, o al de Zorita, o al de Catí, o a tantos y tantos ayuntamientos de nuestra provincia que han puesto en marcha responsablemente planes de eficiencia energética en los últimos años. ¿Vivimos, acaso, en la pequeña Habana? ¿Es esto la Siberia soviética? ¡Basta ya de engaños y filibusterismo! ¡Basta ya!
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