Rememorar hoy la creación, hace 164 años, de la Guardia Civil supone reconocer el sacrificio y la entrega de miles de hombres y mujeres que durante este tiempo han luchado por garantizar más y mejor seguridad a los españoles. Es reforzar el compromiso del Instituto con la ciudadanía, reafirmar su voluntad indeleble de servicio público esencial a disposición de nuestra sociedad.
El siglo XIX fue difícil, José Manuel. No más que otros, bien es cierto. Lo fue también el anterior y el que le siguió. Y lo es el que vivimos para muchos hombres y mujeres. La historia de la Humanidad es compleja; y no lo es menos la de la gente que vivimos, sentimos y trabajamos en este espacio privilegiado de la Europa mediterránea.
La Guardia Civil nació para salvaguardar el orden en una España que recién había vivido la revolución burguesa y que estaba alumbrando las instituciones liberales. Y pronto os convertisteis en piedra angular en la construcción del nuevo Estado. En menos de 10 años los efectivos pasaron de 3.200 a más de 10.000 hombres desplegados por todo el territorio español peninsular.
Las comarcas de Castellón os vieron llegar en diciembre de 1844. Sot de Ferrer y Forcall fueron los primeros municipios que conocieron de la presencia de la Guardia Civil. Y pronto se establecería el mando provincial en Castellón de la Plana.
Vuestra misión esencial fue contribuir a articular una realidad política e institucional nueva. Consolidar el modelo de Estado surgido de las convulsiones de la primera mitad del XIX. Os convertisteis en servidores públicos privilegiados en la edificación de la España que hoy conocemos.
Desde entonces habéis acompañado el tránsito de la sociedad española hacia la modernidad. Este camino recorrido por los españoles no ha sido lineal; ha conocido momentos de intensificación democrática y retrocesos dramáticos. Tiempos de progreso se han alternado con períodos oscuros.
Ahora a todos nos cabe la satisfacción de haber consolidado la democracia y de ser protagonistas activos de la construcción de nuestro futuro colectivo.
En ese tiempo por venir la Guardia Civil seguirá trabajando por la seguridad y los derechos de todos. De la única manera que sabéis hacerlo: con lealtad a la sociedad que os da sentido. Lo habéis hecho siempre, preservando la legalidad y con sentido de Estado.
Hoy, en la España democrática, sentimos la necesidad de honraros y de animaros a seguir en esa misión benemérita de abrir espacios de seguridad. En todo caso, teniente coronel, las sociedades cambian y vosotros sois, como nadie, ejemplo de actualización permanente, de adaptación a la realidad de una sociedad cambiante como la nuestra.
Por eso, tantos años después, los hombres y mujeres que viven, sueñan y trabajan en nuestras comarcas siguen queriéndoos. Siguen demandando vuestro servicio. Siguen viendo en la Guardia Civil la garantía de sus proyectos y de su voluntad de hacer de la nuestra una tierra próspera.
No podían imaginar González Bravo y Narváez hace 164 años que hoy estaríais desplegados por todo el mundo. Desde 1989, año en que comenzaron las intervenciones de la Guardia Civil en el exterior, cuatro mil miembros del Instituto han participado en operaciones fuera de nuestro país. Lo han hecho en la protección de los derechos humanos de la población y en la asistencia a otros servicios policiales; en la supervisión de procesos electorales o la protección de autoridades y legaciones diplomáticas. En todo caso han sabido dejar la impronta de profesionalidad y eficacia que os caracteriza. Embajadores de excepción, han llevado lo mejor de nuestra experiencia colectiva por todo el planeta.
En este momento, hay guardias y oficiales adscritos a esta Comandancia en Senegal y en Bosnia. Todos, como vosotros y vosotras, trabajando por una sociedad mejor. Esa es vuestra grandeza.
Hoy tenéis más y mejores medios que nunca y estáis más preparados para hacer vuestro trabajo. Todos, todos lo sabemos. Y todos, todos sabemos que lo estáis haciendo. Aquellas honorables parejas de guardias civiles que recorrían a pie nuestra tierra han dado paso a un servicio policial público altamente cualificado y valorado en todo el mundo. Sois el reflejo de la sociedad a la que pertenecéis: moderna, comprometida, avanzada, con afán de justicia y permanente voluntad de mejorar.
Sentid el reconocimiento del Gobierno y de la sociedad. Sabed que cada uno de vosotros portáis el compromiso de más libertad, más seguridad y más igualdad para todos y cada uno de vuestros conciudadanos. Esta es la esencia de vuestro trabajo.
Esa gratitud de la sociedad se manifiesta hoy en las condecoraciones que os han sido entregadas. A todos y a todas, enhorabuena. Que estas condecoraciones os animen a seguir sirviendo a los españoles. A quienes habéis pasado a la reserva o al retiro, mi admiración más sincera.
Permitidme terminar fundiendo estas palabras con el recuerdo a Raúl Centeno y Fernando Trapero, los últimos compañeros asesinados por la sinrazón etarra. A ellos y a todos cuantos dieron su vida defendiendo nuestra democracia, muchas gracias.
13 mayo 2008
03 mayo 2008
El camarote y la parte contratante
Publicado en Mediterráneo el 3 de mayo de 2008
¿Se acuerdan ustedes de cuántos personajes había en el camarote de los hermanos Marx? No lo recuerdo con exactitud pero estoy convencido de que eran más de una docena: los Marx, la manicura, el fontanero, los camareros, la limpiadora… Cada uno a lo suyo; las circunstancias eran lo de menos: cada uno cumplía con su papel a pesar de los codazos propios y ajenos. “Pase, pase” decía Groucho a quien llamaba a la puerta.
No sé si alguien en el Partido Popular ha decidido escenificar una nueva versión del camarote, convencido de que la realidad puede superar con creces la ficción. ¿Se imaginan a Rajoy, Aguirre, Camps, Zaplana, Pizarro, Costa, Aznar, Sáenz de Santamaría… a codazos en el “camarote de Mariano”? Cada uno a lo suyo y todos con el dedo en ojo ajeno. Da igual lo que ocurra fuera de allí; ellos a lo suyo. “Y dos huevos duros… Tres”. Sí, yo creo que sí que se lo imaginan.
Con ese panorama no es de extrañar que más de uno se lance a poner en marcha ocurrencias de alto voltaje mediático para dejarse ver y hacerse notar en semejante barullo. Es un pavoneo hueco que, lejos de pretender resolver los problemas de la ciudadanía, busca un puesto de privilegio en la alocada carrera sucesoria al frente de la derecha española.
Por supuesto que en ello están los conservadores valencianos. ¿O es posible encontrar otra explicación a que la asignatura de Educación para la ciudadanía se pretenda impartir en inglés en los colegios e institutos de la Comunidad Valenciana? Ya puestos podrían hacerlo en mandarín, habida cuenta del despertar imparable de China como potencia mundial. Y, por qué no, dar la filosofía en alemán y la religión en latín.
Son únicos en lo de volver todo del revés y liar a los ciudadanos hasta confundirlos. En el fondo, y mal que les pese, son marxistas por los cuatro costados. Marxistas de Groucho, ya me entienden. Ahora han sacado lo del “compromiso de integración de los inmigrantes”. Otro brindis al sol carente de sentido. Ellos saben que no tiene el más mínimo valor jurídico. Saben que ese contrato de integración es papel mojado porque no tiene ninguna cobertura legal. Da igual. Miren, en España (y la Comunidad Valenciana es España, salvo que también en eso quieran confundirnos) los inmigrantes están sujetos al imperio de la ley. Como cualquier otro ciudadano. Nadie estamos al margen de la legalidad y sólo los jueces pueden determinar quien incumple la ley y cómo debe ser sancionado por ello.
La ocurrencia del “compromiso de integración” no es más que eso, una ocurrencia. Nuestras leyes están para ser cumplidas por todos quienes vivimos en España, sin excepción, sin espacios para la impunidad. Esas leyes son las que establecen qué obligaciones y qué derechos tenemos; son ellas las que definen nuestro modelo de convivencia y nuestra escala de valores.
Por supuesto que es exigible a quien decide construir su futuro en nuestra tierra que conozca y reconozca nuestra forma de entender la vida y de convivir. Y que sepa acomodarse a nuestro entorno cultural sin que ello suponga perder su identidad. Para eso están las leyes. Y para eso, también, están las políticas educativas y sociales que nos ayuden a todos a vivir en la diversidad.
Bien que lo siento pero a mí lo del “contrato de inmigración” me recuerda aquello de “la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”. Pues eso: Groucho.
¿Se acuerdan ustedes de cuántos personajes había en el camarote de los hermanos Marx? No lo recuerdo con exactitud pero estoy convencido de que eran más de una docena: los Marx, la manicura, el fontanero, los camareros, la limpiadora… Cada uno a lo suyo; las circunstancias eran lo de menos: cada uno cumplía con su papel a pesar de los codazos propios y ajenos. “Pase, pase” decía Groucho a quien llamaba a la puerta.
No sé si alguien en el Partido Popular ha decidido escenificar una nueva versión del camarote, convencido de que la realidad puede superar con creces la ficción. ¿Se imaginan a Rajoy, Aguirre, Camps, Zaplana, Pizarro, Costa, Aznar, Sáenz de Santamaría… a codazos en el “camarote de Mariano”? Cada uno a lo suyo y todos con el dedo en ojo ajeno. Da igual lo que ocurra fuera de allí; ellos a lo suyo. “Y dos huevos duros… Tres”. Sí, yo creo que sí que se lo imaginan.
Con ese panorama no es de extrañar que más de uno se lance a poner en marcha ocurrencias de alto voltaje mediático para dejarse ver y hacerse notar en semejante barullo. Es un pavoneo hueco que, lejos de pretender resolver los problemas de la ciudadanía, busca un puesto de privilegio en la alocada carrera sucesoria al frente de la derecha española.
Por supuesto que en ello están los conservadores valencianos. ¿O es posible encontrar otra explicación a que la asignatura de Educación para la ciudadanía se pretenda impartir en inglés en los colegios e institutos de la Comunidad Valenciana? Ya puestos podrían hacerlo en mandarín, habida cuenta del despertar imparable de China como potencia mundial. Y, por qué no, dar la filosofía en alemán y la religión en latín.
Son únicos en lo de volver todo del revés y liar a los ciudadanos hasta confundirlos. En el fondo, y mal que les pese, son marxistas por los cuatro costados. Marxistas de Groucho, ya me entienden. Ahora han sacado lo del “compromiso de integración de los inmigrantes”. Otro brindis al sol carente de sentido. Ellos saben que no tiene el más mínimo valor jurídico. Saben que ese contrato de integración es papel mojado porque no tiene ninguna cobertura legal. Da igual. Miren, en España (y la Comunidad Valenciana es España, salvo que también en eso quieran confundirnos) los inmigrantes están sujetos al imperio de la ley. Como cualquier otro ciudadano. Nadie estamos al margen de la legalidad y sólo los jueces pueden determinar quien incumple la ley y cómo debe ser sancionado por ello.
La ocurrencia del “compromiso de integración” no es más que eso, una ocurrencia. Nuestras leyes están para ser cumplidas por todos quienes vivimos en España, sin excepción, sin espacios para la impunidad. Esas leyes son las que establecen qué obligaciones y qué derechos tenemos; son ellas las que definen nuestro modelo de convivencia y nuestra escala de valores.
Por supuesto que es exigible a quien decide construir su futuro en nuestra tierra que conozca y reconozca nuestra forma de entender la vida y de convivir. Y que sepa acomodarse a nuestro entorno cultural sin que ello suponga perder su identidad. Para eso están las leyes. Y para eso, también, están las políticas educativas y sociales que nos ayuden a todos a vivir en la diversidad.
Bien que lo siento pero a mí lo del “contrato de inmigración” me recuerda aquello de “la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”. Pues eso: Groucho.
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