Publicado en Mediterráneo el 24 de julio de 2010
Tengan la certeza de que esto no resulta fácil para ningún gobierno. Son medidas impopulares; pero son, como decía el ministro Blanco en el Congreso, imprescindibles para navegar en este nuevo tramo de la crisis con garantías de mantener la recuperación y afrontar con éxito los nuevos retos del futuro. El Gobierno de España lo entiende así, para no renunciar a ninguno de los objetivos estratégicos de se consideran necesarios para nuestra tierra y para el conjunto de España. Y estoy convencido de que así lo entienden también desde otros gobiernos. ¿O creen ustedes que los responsables del Consell de la Generalitat se sienten satisfechos al ralentizar hasta la parálisis el TRAM de la Plana o la circunvalación de Castellón o renunciar a Mundo Ilusión? ¿O el equipo de gobierno local de la capital al verse incapaz de construir el nuevo edificio municipal sobre el viejo asilo o acometer sus muchos otros proyectos pendientes?
Sí, estamos en un momento difícil para Castellón y para el conjunto de Europa. Un tiempo de dificultad que va a alumbrar un nuevo período de prosperidad, sin duda, más sostenible, más razonable y más equilibrada; pero para ello, para salir de este tiempo complejo y construir un futuro de progreso hay que tomar ahora decisiones con determinación.
La coyuntura que vivimos exige de las administraciones españolas la reducción drástica del déficit entre ingresos y gastos provocado por la crisis y sanear el endeudamiento público y privado que tenemos con el exterior. Hemos de hacerlo impulsando políticas de progreso que garanticen mayor cohesión social y territorial, que nos permitan transitar a un nuevo modelo de desarrollo más sostenible y competitivo y que minimicen en la mayor medida posible el impacto de la crisis sobre la gente.
Es comprensible que en primera instancia las políticas de austeridad y reducción del gasto público, tan necesarias en este momento, generen desasosiego y frustración entre los ciudadanos. Sin embargo, cometeríamos un error garrafal, unos y otros, si mientras tanto convirtiéramos la reivindicación responsable y le exigencia razonable en un quejido autoindulgente y victimizador que nos cerrara la salida hacia el futuro. Tenemos limitaciones, seguro. Necesitamos que esas infraestructuras estratégicas estén cuanto antes, sin duda. Pero no partimos de cero, ni mucho menos; no podemos dejar de crear espacios de futuro ahogados en el lamento. Porque tenemos la fuerza, la capacidad, los recursos y el talento necesarios para avanzar con los muchos y buenos mimbres de que ya disponemos ahora.
Mire, en enero del 2011, usted o yo podremos subirnos en un tren AVE en Castellón y llegar menos de tres horas después a Madrid; y lo mismo podrán hacer quienes hagan el recorrido inverso. Reduciremos en hora y media el tiempo en recorrer ese trayecto. Y, mientras tanto, trabajaremos para que en el 2014 dispongamos de la nueva plataforma para viajeros entre Valencia y Castellón. Esto es lo que ahora podemos hacer. Esto es lo que el país, en las actuales circunstancias, se puede permitir. Este es el compromiso cierto y asumible con nuestro futuro: trabajar, trabajar y trabajar. No nos engañemos... y no nos dejemos engañar.