Hace unos días José Luis Olivas dimitía como presidente de Bancaja. No se le oyó pedir perdón por haber conducido una de las principales entidades financieras españolas a la irrelevancia más absoluta. Tampoco lo ha hecho Rato con Bankia. El resultado de los casi 20 años de gestión del Partido Popular en las cajas madrileña y valenciana es un agujero negro colosal que destroza todo cuanto se pone a su alcance. Y ni un ápice de arrepentimiento. Al contrario: más arrogancia, más petulancia. Ni Esperanza Aguirre ni Alberto Fabra quieren darse por concernidos. Ahora, cada día, nos despertamos con la necesidad de inyectar más y más recursos públicos para reanimar al moribundo. Una desfachatez, una absoluta desfachatez.
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