Imagino ayer los huesos de John Stuart Mill removiéndose en su tumba del cementerio de St. Verán, en Aviñón, bajo el estruendo del "libertad, libertad, libertad" de las derechas de nuevo unidas en el Congreso. Cómo les gusta manosear esta palabra hasta convertirla en palabro obsceno. Vociferaban de tal tenor a cuenta de la aprobación en primera instancia de la nueva ley de Educacion. Gritaban libertad cuando querían decir negocio subvencionado. Porque es ahí donde radica el magro de su oposición a la ley, aderezado con los desbarres habituales sobre la religión, la igualdad, la educación cívica blablabla... Lo que de verdad les importa es que se ponga coto al cobro de determinados servicios en la concertada o que se limite la cesión de solares públicos a la construcción de centros educativos públicos. Ah, un dato: sobre el carácter vehicular del castellano, fue la ley Wert, en 2013, la primera que lo fijó en el sistema educativo. Hasta entonces ninguna de las leyes de Educación lo consideró necesario. Eran, aquellos, los tiempos en que había que españolizar a los niños catalanes.
Isabel Celaá. Fotografía de David Castro publicada en El Periódico |
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