Leía ayer en una entrevista publicada por El País a María Fanjul, una joven directiva de una empresa líder de oferta de ocio a través de internet, que "hay que buscar gente que sepa tolerar los errores". El valor intrínseco del derecho a equivocarse. El error como componente esencial del proceso de aprendizaje. Es esto imperativo en el cambio de cultura que exige nuestra sociedad. La oportunidad que merecemos todos de probar, de intentar, de abordar retos de incierto futuro. De no temer el fracaso. De volvernos a levantar, atrevernos de nuevo y buscar el acierto. Es el fundamento del emprendimiento, y la garantía para la apertura de nuevos escenarios vitales individuales y colectivos. Llama la atención lo intransigentes que somos en este país con el error y la indulgencia que practicamos con la indecencia. Tal vez sea cosa del nacionalcatolicismo que azecha en cada esquina. No lo sé. Yo, por mi parte, sí, creo en el derecho al error como virtud cívica. Y creo que no me equivoco.
Marcel Duchamp’s L.H.O.O.Q. 1919. En The Serious and the Smirk: The Smile in Portraiture. The Public Domain Review. |
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