Tras dos años recortando derechos sociales, la ley mordaza de Rajoy abre el paso al recorte de libertades. Una ley hecha para coartar a la ciudadanía, para coaccionar a quienes discrepan en la calle contra la acción gubernamental. No, no es una ley de seguridad, es una ley de represión de la disidencia. Un paso más hacia lo que el diario británico The Guardian calificaba ayer como la deriva autoritaria de la democracia española. No quieren prensa libre, no quieren ciudadanos libres, no quieren, en definitiva, democracia. Dicen que es para proteger la dignidad del Estado y la imagen del país. Pero, ¿quién denigra al Estado y a la sociedad, quien ondea una pancarta en la plaza pública o quien ha convertido el principal partido político español en la cueva de Alibabá? ¿Quién mancha más nuestra reputación colectiva que quien mantiene en las instituciones a los saqueadores de lo público? ¿Quien daña más nuestra imagen de país que un presidente sobre quien recaen sospechas fundadas de haber cobrado o amparado el cobro de comisiones ilegítimas? ¿Quién lo hace más que quien se apropia de la sanidad de todos tras haberla privatizado miserablemente? ¿Quién más que quien líquida un medio de comunicación público después de prostituirlo y expoliarlo impunemente durante lustros? Una ley mordaza, una ley de represión, una ley de la vergüenza.
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