Publicado en Mediterráneo en septiembre de 2007
Hace tres años encontré en una librería francesa una novedad titulada Guide républicaine. Se trataba de una excelente colección de textos orientados a los estudiantes de enseñanza media sobre la idea y la práctica del republicanismo, del civismo, de la ciudadanía. Más allá de su interés intrínseco, llamó mi atención porque estaba expuesto en los anaqueles del escaparate como una publicación de éxito, algo difícilmente imaginable en nuestro país. También por estar avalado por el Ministerio de Educación francés y prologado por el entonces ministro François Fillon. Lo compré y lo tengo en mi mesa de trabajo, junto al Manual de civismo de Victoria Camps y Salvador Giner o la España civil de Gregorio Peces-Barba.
En aquel verano de 2004 no se había iniciado todavía la penúltima cruzada de la derecha española contra la anunciada voluntad del Gobierno socialista por introducir en el currículo escolar una asignatura para la formación de ciudadanos y ciudadanas libres y responsables. Pero no iban a tardar algunos en poner en marcha todo el poder mediático del guerracivilismo más rancio para combatir la enseñanza de los valores democráticos.
¿A quién puede molestar que una sociedad cultive su civismo? ¿Por qué ruge la caverna cuando se habla de enseñar los valores de la democracia? ¿A qué se refieren Rajoy y Acebes cuando dicen defender la Constitución mientras vociferan contra la educación para la ciudadanía? ¿Es que nuestra Constitución no habla de igualdad, de justicia, de responsabilidad, de derechos y deberes, de tolerancia, de convivencia, de participación? ¿Qué es, pues, lo que les asusta? Definitivamente, no pasan los años por esta derechona nuestra.
Es cierto que desde la LOGSE esos valores se incorporaron transversalmente a nuestros programas de enseñanza. Pero, como en muchos otros países europeos, el Gobierno ha creído necesario reforzar su presencia en el sistema educativo. Y esto no se hace en contra de nadie, sino a favor de todos. Porque a todas y a todos nos interesa que nuestros jóvenes interioricen la cultura del respeto, de la solidaridad, de la tolerancia y de la libertad. Para que España sea mejor y afronte los retos de la globalización en mejores condiciones.
Cuesta creer que destacados responsables institucionales de la derecha sigan llamando a la desobediencia contra la enseñanza de los valores constitucionales. Se ha dicho que enseñar los principios sobre los que se sustenta nuestro sistema democrático supone la vuelta a… ¡la escuela franquista! O que el Gobierno que lo promueve es… ¡la encarnación del mal! ¿Dónde estaban estos cuando la dictadura franquista castró intelectual y culturalmente a generaciones de escolares de este país? ¿Dónde estaban cuando los malos gobiernos franquistas arrebataron la dignidad a su pueblo?
En fin, a menudo tengo la impresión de que hay que seguir insistiendo en una verdad de Perogrullo: la España democrática, la España de la ciudadanía y de los ciudadanos es todo lo que negaba la España de la dictadura, mal que les pese a algunos. Por ello quiero que mis hijas aprendan más y mejor los valores sobre los que habrán de construir la democracia del mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario