08 agosto 2014

Calatrava cobró... pero ¿quién le pagó? ¿Y para qué?

La mañana del 30 de mayo de 2008 el entonces alcalde de Castellón, Alberto Fabra, acompañado del president de la Generalitat Francisco Camps y del de la Diputación Carlos Fabra, presentaban la maqueta del centro de convenciones que el Consell había encargado a Santiago Calatrava. Eran, dijeron los Fabra y Camps, la materialización del sueño de Castellón y de las aspiraciones seculares de los castellonenses. El arquitecto dijo que ese iba a ser su primer gran proyecto del siglo XXI. El Castellón fabrista iba a tener ya su particular pirámide de Keops, a mayor gloria de su alcalde. Faltaban, recuerdo por contextualizar, tres meses para que Zapatero dijera en una entrevista televisada que estábamos en crisis (ese tiempo de negación que la propaganda ha alargado hasta la náusea). Y había pasado apenas un mes desde que el mismo alcalde anunciara que otro santón de la arquitectura internacional, Frank Gehry, construiría también en la capital de La Plana la sede de la Universidad Internacional Valenciana. Todo iba viento en popa. Eran, estos, los mismos que ya entonces acusaban a Rodríguez Zapatero de ocultar la crisis los que vendían el humo de la supuesta excelencia en forma de grandes proyectos megalómanos. El País Valenciano ya era entonces el que tenía peores ratios sanitarias de España, el que presentaba mayores índices de fracaso escolar y el que tenía una de las mayores deudas públicas entre las Comunidades Autónomas, como se denunciaba a diario desde la oposición política y se silenciaba desde las terminales mediáticas públicas y privadas del régimen. Pero los grandes proyectos seguían alimentando la gran panza del popularismo autóctono. Aún iban a llegar más y más sonadas hipermayorías electorales gaviotas con la complacencia de la mayoría social. Calatrava se llevó 2,7 millones de euros por la gran idea y Castellón se quedó con la maqueta. De Gehry nunca más se supo. Ahora Fabra silba mirando al tendido como si todo aquello no fuera con él. El arquitecto está imputado en relación con el cobro de esos dineros a cambio de nada. Pero... ¿quién los pagó? Y... ¿quién sacó beneficio político del gran engaño?


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