Un euro. Eso es lo que le ha costado a La Caixa comprar el Banco de Valencia al Estado. Lo mismo que pagó el Banco de Sabadell por la CAM hace unos meses. El sistema financiero valenciano descompuesto, troceado, puesto a saldo. En 1995 Bancaixa y la CAM eran la tercera y la cuarta cajas españolas y el Banco de Valencia uno de los más rentables del sistema español. Hoy son nada. La ruina más absoluta. En eso las han convertido el Gobierno valenciano y los dirigentes que puso el Partido Popular al frente de esas entidades. Paradigma de la mala gestión y del saqueo ilícito e ilegítimo de recursos públicos y privados que durante años han desangrado a la Comunidad Valenciana. Reventaron la caja fuerte en que millones de familias valencianas guardaban el fruto de su trabajo. Ahora se golpean el pecho y hablan de la crisis. Ya nadie los cree. El engaño contumaz, la ocultación sistemática, la falsificación permanente de la realidad, esa forma de conducirse en la vida pública nos ha llevado al desastre. Un Gobierno y un partido tramposos, como acredita Transparencia Internacional en su Índice de transparencia de las Comunidades Autónomas 2012: la Comunidad Valenciana ocupa el puesto 15 entre las 17 Comunidades, sólo por delante de Castilla-La Mancha y Murcia. La opacidad y la arbitrariedad como principio de conducta han arrastrado nuestra reputación colectiva al infierno del descreimiento general. Quienes nos han llevado hasta aquí no pueden ser parte de la solución; son el problema, nuestro problema. Siguen cavando en el pozo intentando huir de una realidad inapelable. ¿Hasta cuándo?
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