Siete años después de su aprobación la ley que dio amparo legal al matrimonio entre personas del mismo sexo en España ha superado el exámen de constitucionalidad al que la sometió el Partido Popular. Hoy es un gran día para los demócratas, para quienes creemos en la igualdad como fundamento del progreso social, para quienes no renunciamos a luchar por un mundo libre de hombres y mujeres libres, dueños de su vida. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y la mayoría progresista en las Cortes sacaron adelante una ley que ponía a España en la vanguardia del compromiso con la igualdad en el mundo. Los derechos del colectivo LGBT daban un paso decisivo en la normalización de la vida de quienes siendo normales sufrían el escarnio de una anormalidad indecente. Y todo ello contra la voluntad de la caverna político-mediática y eclesiástica que movilizó sus recursos infinitos para perpetuar la ignominia. La derecha liderada por Mariano Rajoy vociferó contra el Gobierno socialista y contra los beneficiarios directos de la ley. Eran los tiempos en que salir a la calle era un ejercicio de democracia y no un acto de rebelión antisistema. Allí estaban las sotanas y los visones defendiendo la "familia verdadera", la de toda la vida; no querían ver casados a los homosexuales, a las lesbianas, a los transexuales o a los bisexuales. Ellos querían, como siempre, imponer su falsa e hipócrita moral. Es, hoy, un día grande, sí, un día de celebración para los y las progresistas españoles. Un día que nos recuerda que los derechos se consiguen con la lucha, con el compromiso y con la tenacidad de las personas, y que nada, nada es gratuito.
Ver también, en este blog: Libertad para sentir.
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