El #9N ya es historia. Más de 2 millones de catalanes y catalanas participaron ayer en la consulta sobre la independencia de Cataluña. En torno a un tercio de los convocados a este simulacro de referendo. Poco importan las cifras ahora. Una parte importante de la sociedad catalana volvió a manifestar su voluntad de ser independientes del resto de España. Por mucho que Rajoy volviera a reducir la cuestión a un asunto de legalidad al expresar la posición del Gobierno a través del ministro de Justicia (recién llegado al Ejecutivo y sin peso político conocido); por más que desde Moncloa se pretenda afrontar el asunto exclusivamente desde los tribunales, el problema del encaje catalán es esencialmente político y así debe ser abordado. Que ayer el presidente del Gobierno de España, ante el órdago lanzado por el catalanismo soberanista, no considerara necesario comparecer públicamente para abrir un nuevo escenario de discusión política, de debate, de análisis compartido de la situación evidencia su incapacidad para resolver los problemas, muchos, que oscurecen nuestro futuro colectivo. Aquello de que Rajoy tiene sus tiempos no sirve ya para nada. Los tiempos de Rajoy no son los tiempos de Cataluña ni los tiempos de España, ni en la cuestión territorial ni en ninguna otra. Convertir la Constitución en un fetiche intocable es la peor manera de defenderla. Cuando los cambios no se hacen a tiempo, el tiempo se encarga de hacerlos de una u otra forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario