#SónCorruPPció El procesamiento de la dirección gaviota valenciana por delito electoral, fiscal y de falsedad documental supone un salto cualitativo importante en el viacrucis judicial del PP de Fabra. Ya no se trata de causas de corrupción individualizada de los Blasco, Fabra, Cotino o Castedo de turno, por muy evidente que resultara ser su inteconexión. El TSJ valenciano ha decidido procesar a la cúpula popularista por apreciar fundadas razones para creer que destinó los beneficios de la corrupción a financiar sus campañas electorales. Todos lo sabíamos. Sabíamos del dopaje contumaz de la derecha en su acción política, del trasiego de sobres y maletines desde las empresas beneficiarias de la trama a las cuentas del partido. Así se denunció durante lustros. Ahora es la Justicia la que sustancia esa convicción. Ximo Puig Ferrer hablaba ayer de la ilegitimidad del fabrismo para seguir al frente del Govern de la Generalitat y del resto de instituciones de autogobierno. Lo es, ilegítimo hasta el tuétano. Han convertido la vida pública de este país en un inmenso contenedor de estiércol del que emananan, incontenibles, los gases tóxicos de la putrefacción. No hay nada ahí que pueda aprovechar para reconstruir la reputación y la dignidad de esta tierra, nada. Por mucho que Alberto Fabra quiera aparentar que nada de esto va con él, estaba allí, desde el minuto cero, nadando a favor de la corriente del fango pestilente. Él y otros muchos. No, no son Blasco, Fabra, Cotino o Castedo, no es Gürtel, Emarsa o Brugal, es el Partido Popular, de cabo a rabo.
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