¿Cuántos segundos eres capaz de esperar a que te responda un sitio web? Esa es la medida del tiempo hoy. Lo que estamos dispuestos a aguantar sin que se descargue la página que queremos consultar en la Red. Rara vez, salvo que se trate de un asunto relevante, dejamos que pasen más de tres o cuatro segundos antes de cambiar nuestro objetivo de consulta. En condiciones normales de conectividad consideramos lento un servidor que tarde más de segundo y medio en darnos respuesta. Nos da igual si se encuentra a 10 o a 10.000 kilómetros de distancia. Prima la inmediatez por encima de cualquier otra consideración. Y así medimos el tiempo y la distancia. Todo está a un clic, y todo está ya. Y lo que no cumple con esas condiciones no es. Ese es el cambio más fascinante que impregna el nuevo tiempo. El que abre oportunidades de conocimiento, de consumo, de ocio o de trabajo antes inimaginables. También, sin duda, el que alumbra escenarios de frustración y desasosiego nuevos. El concepto tiempo en internet es ya nuestro tiempo, así en la política como en nuestras relaciones, en el negocio como en el acceso a mil y un servicios. Pero si no somos capaces de entender que más allá de esa inmediatez existe otra realidad que atiende a lo esencial de nuestra humanidad y que ambos espacios han de cohabitar razonablemente estaremos condenando nuestra forma de vida al desastre. Lo inmediato no siempre es lo mejor.
Dan Kedmey. "See Every Single Device Connected to the nternet". Time, 29.08.2014. |
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