¿Pueden Alberto Fabra y Javier Moliner presentarse como capitanes de la regeneración política en la Comunitat Valenciana y Castellón? Dicen ellos que han extirpado los tumores cancerígenos de la corrupción gaviota y que eso los legitima para liderar la reactivación democrática en esta tierra. Que ellos nada tienen que ver con el Fabra condenado a prisión o con Paco Camps, o con Juan Cotino, o con Rafa Blasco o con tantos otros tragasobres. Eso dicen. Ahora, cambiando alfiles, maquillando aquí y allá las listas electorales, pelillos a la mar. Habrá que recordarles a quién deben estar donde están y cómo llegaron a estar ahí, a ser los jefes del PP valenciano y castellonense. Recordarles su complicidad directísima en las tropelías cometidas por sus padrinos. Los beneficios políticos que obtuvieron por el dopaje sistemático y sistémico de su partido. Y que hace apenas unos días validaron con palmas efusivas el funambulismo plasmático de su jefe supremo, el mismo que nombró, alentó y protegió a Bárcenas hasta que se convirtió en el innombrable. No, que a nadie engañen. Ni Fabra ni Moliner regeneran ni reactivan nada. ¿Alguién les ha oído pedir perdón por las décadas de la indecencia? No, ¿verdad? Pues eso.
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