30 abril 2015

Trampas

El cumplimiento de las reglas de juego es esencial en democracia. Las normas deben cumplirse para que el sistema funcione. Es esa observancia de la ley lo que legítima el poder democrático. Este principio rige para todos, especialmente para las instituciones que dan formalidad a nuestro modelo de convivencia. Y más aún en período electoral, el momento en el que la ciudadanía elige a quienes han de representarla en los órganos de gobierno de la sociedad. Por eso es imprescindible incrementar la exigencia de legalidad a las organizaciones políticas que aspiran a obtener el voto ciudadano. No es cuestión menor; es radicalmente esencial si creemos en una democracia de calidad que preserve la igualdad de oportunidades para todos y todas. Si un alcalde en ejercicio abusara de su condición para primar la visibilidad de su partido a costa del erario público y contra la legalidad, estaría haciendo trampas a la democracia. Si lo hiciera, además, tras reiteradas advertencias de los autoridades electorales se conviertiría en un tramposo contumaz y desleal. Y quien estuviera dispuesto a trampear con las normas que rigen el proceso electoral acreditaría un desprecio supino hacia la democracia y la ciudadanía. ¿Qué no estaría dispuesto a hacer en caso de que los electores y las electoras de dieran su apoyo? No hay democracia real sin ciudadanía vigilante contra los abusos del poder. Lo sabemos bien.


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