La liquidación de la radiotelevisión pública valenciana por parte del Consell popular de Fabra es la culminación de una estrategia bien conocida. Cuando Eduardo Zaplana llegó a la presidencia de la Generalitat Canal 9 tenía 650 empleados y una deuda de 30 millones de euros. Zaplana llevaba en su programa la privatización del ente público; pronto cambió de opinión. Le era más útil ocuparla que liquidarla, convertirla en altavoz mediático de su proyecto partidario. RTVV se convirtió en la punta de lanza de la estrategia de creación de una realidad falsa, de la invención de un país ficticio que ofrecía a los suyos la expectativa de enriquecimiento fácil. Olivas y Camps continuaron la orgía de manipulación, falsificación y corrupción en que acabaron por convertir Canal 9. Cientos de excelentes profesionales vieron, durante años, cómo un ejército de paniaguados entregados a la causa del partido gobernante ocupaban cargos directivos y puestos de trabajo para los que carecían de capacidad profesional. Ahora quieren liquidarla. El juguete ya no les sirve. Desacreditada, emponzoñada, desfigurada, la radiotelevisión pública que los valencianos y las valencianas hemos mantenido con nuestros impuestos es un despojo. Dicen que han de liquidarla por la crisis. En 2009, al poco de comenzar la gran depresión, Canal 9 había triplicado su personal y ya arrastraba una deuda 40 veces mayor que la de 1995. Hicieron de nuestra televisión, su televisión a fin de convertir su verdad en la verdad de todos. Mientras el Gobierno socialista de Zapatero convertía RTVE en una referencia democrática de libertad, de respeto y de calidad, Canal 9 aceleraba su descenso a los infiernos de la ignominia. El Partido Popular de los Zaplana, los Olivas, los Camps, los Fabra es el único responsable de esa situación. Ahora cientos de profesionales se van a la calle. Ahora ya no sirve el juguete. Miles de juguetes rotos se acumulan en los vertederos del delirio de la derecha triunfante. Juguetes con caras, con ojos, con vida.
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