23 julio 2012

Siete meses como siete años

Si al Gobierno de Zapatero se le ha atribuido lentitud en el reconocimiento de la radicalidad de la crisis que estalló en 2008 (algún día habrá que releer sosegadamente lo que entonces decían el resto de líderes europeos y las organizaciones supranacionales) y falta de dramatización para acompañar y explicar las medidas de ajuste iniciadas a comienzos de 2010, podremos convenir que lo que ha hecho el Gobierno de Rajoy en estos siete meses ha laminado mortalmente el crédito-país de España y la confianza en el futuro de la ciudadanía.

Rodríguez Zapatero gobernó durante los últimos casi 40 meses de su mandato en la zozobra de una crisis mundial sobrevenida de una virulencia desconocida desde los años 30 del siglo pasado. Fue incapaz de enderezar la nave de nuestra economía y de contribuir a generar empleo pero mantuvo la dignidad de nuestro sistema de protección social y de las políticas de igualación de oportunidades. 40 meses, también, de hostigamiento de los mercados, de indecisión europea, de imposiciones del eje franco-aleman (Merkozy), de renuncias insuficientemente explicadas, de cambios en la respuesta internacional... 40 meses de una oposición feroz, desleal e irresponsable que no supo, o no quiso, comprometerse con la suerte de su país desde la legítima discrepancia con sus gobernantes.


Hoy se cumplen 7 meses (¡¡¡siete meses que parecen siete años!!!) de la llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa. Él y su Gobierno han convivido con la crisis poco más de una sexta parte del tiempo que navegó Zapatero entre la tempestad y aparecen totalmente desbordados. Para ellos la crisis no fue sobrevenida; llegaron más de tres años después de la caída de Lehman Brothers, año y medio después de las medidas de recorte de Zapatero en mayo de 2010 y del primer rescate griego, y tiempo después de la imposición de gobiernos tecnocráticos en Italia y Grecia. Siete meses de un Gobierno incapaz de mantener su propio discurso de hoy para mañana. Siete meses de bravuconadas patéticas ("A mí nadie me ha presionado, el que ha presionado he sido yo porque quería una línea de crédito", Rajoy dixit), de mentiras manifiestas, de ausencia del sentido del Estado y de los intereses generales, de voluntad liquidadora y decididamente involucionista en el ámbito de los derechos individuales y colectivos. No por casualidad, hoy no hay un sólo indicador económico y de confianza que resista la comparación con los de hace unos meses.

Yo no quiero que España caiga para que caiga este Gobierno, como dijo Montoro en 2010. No, yo quiero, exijo de mi Gobierno dignidad ante los responsables de este desvarío y lealtad con la ciudadanía y un grado de inteligencia suficiente para minimizar los sacrificios que el tiempo que vivimos nos imponen. Tal vez sea mucho pedir, una ingenuidad. Tal vez les importe un bledo lo de la crisis. Tal vez esta tormenta perfecta la vivan ellos como la coartada perfecta, tal vez.




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