27 marzo 2014

La derecha contra nuestra autoestima

He dicho alguna vez por aquí que el gran triunfo político de la caverna en España ha sido perpetuar entre nosotros el virus del autodesprecio colectivo. Proyectar en el tiempo esa pulsión mórbida que nos lleva a arruinar una y otra vez nuestra autoestima cívica. Eso de que somos incapaces, como sociedad, de parir nada que valga la pena ser luchado. Que somos un país de pandereta, zafio y torpe, que no ha sabido históricamente ponerse a la altura que debiera (?). Este ha sido siempre el discurso que ha legitimado la demofobia de nuestras derechas y dio razón de ser a la dictadura más duradera de Europa occidental. Un virus, este, que ha acabado siempre por sembrar de desconcierto y humillación a las clases populares y paralizar a la izquierda política de este país, perdida en un laberinto inacabable de autoinculpaciones y lamentos que diluyen cualquier vestigio de autoestima. Ya le va bien esto a la derecha, ya lo creo. Y no se trata de no criticar cuanto se haya hecho mal, no. Ni de no discrepar de las soluciones únicas amparadas en pensamientos únicos, que no. Ni de renunciar a nuevas lecturas, nuevos relatos, nuevas miradas de caminos recorridos. Se trata de criticar, discrepar y revisitar nuestra trayectoria colectiva sin necesidad de automutilarnos con los flagelos que nos ofrecen quienes nunca han creído en este pueblo. La banalización de la transición que restauró la democracia a cuenta de la muerte de Suárez va en esa línea. Que fuera imperfecta (ningún proceso histórico, aquí o en la Conchinchina, lo ha sido), mejorable e insuficiente no puede hurtarnos el orgullo colectivo del camino que nos permitió abrir tantos espacios de libertad y progreso. Porque a fuerza de desdibujar el pasado estamos liquidando mucho de lo que bien hemos hecho.

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