Publicado en Mediterráneo el 7 de marzo de 2015
Oía estos días en la radio la voz del alcalde Bataller convocando a la fiesta magdalenera con algo así como: "ven y verás qué te hemos preparado desde el ayuntamiento para disfrutar estos días". Estoy convencido que no tenía intención el alcalde de trasladar la imagen de las nuestras como unas fiestas "preparadas por el ayuntamiento"; ni, menos aún, que las autoridades municipales interferían en lo que "se había preparado" para disfrute de la ciudadanía. No, seguro que no.
Porque si hay un tiempo en que la gente de Castelló participa colectivamente de la vida común es el tiempo de la Magdalena. Si hay un espacio de decisión exclusiva del pueblo, de todos y de todas, sin rangos ni jerarquías, con la única limitación del valor de la dignidad de los otros, ese espacio es el que comienza hoy y se extiende al Vítol! del próximo domingo.
Una semana en la que la piel de esta ciudad toma el color de la fiesta en sus calles, de miles y miles de vecinos y vecinas compartiendo ilusión, estima, raíz, música. Tiempo de vivir la luz de las gaiates y el humo de las tracas en este nuestro particular tránsito hacia la primavera. Cambio de piel para reencontrarnos, para recomponer amistades y descubrir el sentido del paisanaje diluido por la abulia de la cotidianidad, del día a día de todo el año.
Esa es la razón ciudadana de la fiesta, ir más allá, quebrar la normalidad, romper el tedio de la oficialidad, ser y sentirse pueblo. Y participar de todo y con todos. Porque no hay fiesta real sin participación. Más: la fiesta es participación. En su celebración, por supuesto, pero también en su concepción. Una oportunidad única para desatar la imaginación y la creatividad colectivas y mostrarlas a quienes nos miran desde fuera. Por eso es imprescindible propiciar la intervención de todos y de todas en su alumbramiento.
La Magdalena será mejor para nosotros y se verá mejor por otros cuantas más voluntades, miradas, sensibilidades y compromisos concite, cuantas más identidades sume y más ilusiones aúne. Sin exclusiones, fiesta integradora, abierta. Desde la Guinea a la Marjalería o desde el Grau a Benadressa, todo el término es ciudad y debe ser fiesta esta semana. Y todos sus vecinos y sus vecinas deben participar y decidir, desde las comisiones gayateras o desde las collas o desde donde sea. No importa. Se trata de sumar: lo viejo y lo nuevo, lo de aquí o lo de allá, lo convenido y lo imaginado.
Vamos, vamos ya, no hay tiempo que perder. Cambiemos la piel para descubrir otro Castelló, el que comparte, el que sueña, el que vive sin las ataduras de siempre. El de tanta buena gente, el Castelló de la Magdalena.
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