Ha tenido suerte el mundo fallero: sus protestas ante el anuncio del president Fabra de que la festividad de San José cambiaría de día para evitar el puente laboral han sido escuchadas. Dijeron desde el Consell que el cambio generaría unos beneficios extraordinarios de cientos de millones de euros y que eso era muy bueno en los tiempos que corren. Los falleros se movilizaron y Fabra ha dado marcha atrás. Me alegro por ellos pero me escandaliza la flexibilidad en esto del mismo Gobierno que ha sido incapaz de cambiar una sola coma de los muchos decretos recortadores de derechos que ha promulgado ante el rechazo generalizado de la sociedad. La gente de las Fallas ha conseguido lo que no han podido los dependientes y sus familias, los padres y madres de alumnos, los empleados públicos, los pensionistas, los universitarios... Es la tradición, dicen. Lamentablemente en nuestra tierra ni la sanidad ni la educación públicas tienen la fuerza de la tradición. Tristemente en nuestra sociedad los derechos de las personas dependientes o de los trabajadores carecen del amparo de la tradición. Desafortunadamente en este país nuestro las conquistas sociales por la igualdad y la no discriminación no gozan del marchamo de la tradición. Al menos eso es lo que creen en el Palau de la Generalitat.
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