El consejero de Sanidad de Madrid, Francisco Javier Rodríguez, es un tipo deleznable. Un torquemada de tomo y lomo aplicado en convertir a las víctimas de su incompetencia en culpables de haber introducido el ébola en Europa. No abre la boca este hombre sin sembrar de desconfianza y escándalo el escenario público. Este médico internista dice haber llegado "comido" a la política; comido, no sé, habiendo comido mucho es evidente. Primero, desde 1983, como concejal en Las Rozas; después, como diputado en la Asambea de Madrid, desde hace 27 años; también como consejero de TeleMadrid, durante seis años; y ahora como consejero en el gobierno regional, desde enero de este año. No, no es un recién llegado a la política, donde, comido o comiendo, lleva ya más de tres décadas. Es un gaviota pata negra. Y hace lo que hacen los gaviotas de rancio abolengo: no asumir responabilides propias y endosarlas a las víctimas de su irresponsabilidad, mintiendo obscenamente desde la soberbia y la arrogancia, ya sea con el ébola, los sobres, el Yak-42, Irak, el Prestige o el 11M. Está en su ADN. La mentira compulsiva. Por eso ayer, en el Parlamento madrileño, los suyos lo vitorearon, ovación de gala. Son todos lo mismo, cómplices de la vergüenza. "Que se jodan", ese es su grito de guerra. Jodidos, nos quieren bien jodidos.
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