Frente a la dialéctica del miedo a la aventura la ciudadanía griega ha expresado su miedo a la certeza de la miseria. Su voluntad de cambiar la imposición por la negociación, la exclusión por la inclusión, el austericidio decidido por otros a la autonomía para decidir. La victoria de la coalición de izquierdas Syriza aúna exigencias progresistas y nacionalistas a un tiempo y abre un nuevo ciclo político en ese país que requerirá de grandes dosis de realismo, tanto en los nuevos gobernantes helenos como en el conjunto de Europa. Realismo audaz, que es lo que necesita la Unión para romper el nudo gordiano que la atenaza. Habrá que ver qué queda en el ejercicio de gobierno de las proclamas electorales de Tsipras y qué efecto tiene el cambio griego en las sociedades de la Europa atlántica, cada vez más trufadas de populismos xenófobos. La pedagogía política, la audacia y la lucha contra la desigualdad galopante han de conformar la hoja de ruta de Europa, tal y como venimos reclamando muchos desde hace tiempo. Europa y los europeos han de cambiar y no sólo para conservar lo que tenían sino para encontrar un nuevo espacio en un mundo radicalmente distinto. Y esos cambios, esenciales, de raíz, han de llegar con el convencimiento de la gente de la necesidad de asumir nuevos retos. No sólo será cuestión de voluntad, va a hacer falta mucho entendimiento del tiempo en que vivimos.
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