19 enero 2015

Izquierda y derecha

Hace 50 años Gonzalo Fernández de la Mora, ideólogo de cabecera del tardofranquismo, escribía su Crepúsculo de las ideologías, donde argumentaba sobre el final de las grandes concepciones del mundo, de los constructos filosóficopoliticos que habían dado sentido a la interpretación de las formas de organización social hasta el momento. Las ideologías colapsaban incapaces de dar soluciones globales a la realidad. Lo de las izquierdas y las derechas era asunto caduco frente al gobierno de los técnicos, la tecnocracia. Estos eran los que realmente sabían lo que había que hacer. Lo que años más tarde y desde planteamientos muy distintos llamaría Fukuyama el fin de la historia convertido el liberalismo en argumento exclusivo y excluyente tras el hundimiento del sovietismo. Y seguimos ahora a vueltas con aquello de que ya no hay izquierda y derecha, que esa disyuntiva es cosa ya superada. Que hay unos que atesoran todas las respuestas, todas las soluciones; que sólo en ellos es admisible la duda y la rectificación porque cuando en ellos se produce es fruto de la certeza de que hay que cambiar lo que no gusta o es imposible realizar; que sólo ellos aciertan a entender la realidad y que esta es maleable a su voluntad. Son estos, que se adornan del prurito de la ciencia (el que niegan a todos los demás), los que dicen tener la patente exclusiva de la verdad revelada. En fin, yo, pobre de mí, nunca he creído en los albaceas del pensamiento único, ni ahora ni nunca. Nunca me he fiado de quienes dicen saberlo todo y tener receta para todo. Siempre he creído en la riqueza de la diversidad. Y, sí, sigo pensando que hay una izquierda y una derecha y que cuantos más seamos en la primera mejor nos irá a todos y a todas. Pero, vamos, sin pretender sentar cátedra, que nadie se me vaya a ofender.


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