El autismo político es uno de los mayores errores en que puede caer un responsable público. La falta de empatía, la incapacidad para identificarse con los sentimientos de la mayoría social, el desprecio a la voz de la calle acaban por romper el vínculo de confianza sobre el que se cimentan las relaciones políticas entre gobernantes y gobernados, entre representantes y representados. Esa ruptura, cuando deviene generalizada, instaura un régimen de desconfianza social que termina por quebrar los fundamentos mismos de la convivencia democrática. Por eso es tan grave el momento que vivimos y tan urgente la adopción de medidas radicales que contribuyan a restablecer la confianza en las instituciones. Hay que decir, pero sobre todo hay que hacer. La semana pasada los socialistas valencianos pusieron en marcha el primer foro por la transparencia y contra la corrupción. Fueron cuatro días de reflexión y participación que culminaron con un decálogo de medidas en defensa de la ciudadanía, un contrato del PSPV con la sociedad por la ética y la transparencia y contra la corrupción. Una apuesta radical por la regeneración democrática y, sobre todo, por la generación de más democracia. Una propuesta que implica a la sociedad en la fiscalización de las instituciones políticas, que abre espacios hoy acotados a los mecanismos institucionales de control a la participación de los ciudadanos y de las ciudadanas. Porque no hay democracia sin exigencia cívica ni transparencia absoluta. Lo sabemos bien en el País Valenciano.
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