En Estados Unidos se ha instalado ya el debate sobre la generalización de la wifi gratuita en todo el territorio. El Gobierno de Obama anda buscando socios tecnológicos y acuerdos legales que hagan posible este salto decisivo para la competitividad y el bienestar de su sociedad, frente a la oposición de los republicanos y las compañías telefónicas. Estando como estamos enfangados en las miserias de la podredumbre podría parecer que esta es una cuestión superflua, baladí. Tengo yo el convencimiento, sin embargo, que ahí está uno de los grandes ejes de la batalla ideológica de las próximas décadas. La posibilidad de que los poderes públicos garanticen el acceso gratuito a internet de todos y de todas en cualquier parte deberá convertirse en una nueva pata del Estado del bienestar, un nuevo derecho universal que facilite el acceso al conocimiento e impulse la socialización del talento. Ese es el modo inteligente que las sociedades avanzadas tienen para competir frente a las potencias emergentes, no la laminación de derechos ni el empobrecimiento de los salarios. Los progresistas debemos ondear esas banderas que abren nuevos escenarios a la igualdad de oportunidades y a la liberación de la inteligencia colectiva. Hace pocos días hablaba aquí de un nuevo modelo de producción y distribución energética. Conocimiento y energía, esos son los dos grandes conceptos que definirán la capacidad de generar futuro de nuestras sociedades. De cómo afrontemos ese reto dependerá nuestro porvenir.
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