Un año más tengo la satisfacción de dirigirme a vosotros y a vosotras en el día de la celebración de la Merced. De nuevo estamos aquí para celebrar, con la austeridad que requieren las circunstancias, el día de la patrona de las Instituciones Penitenciarias.
Decía Jean-Paul Sartre: "Al querer la libertad descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás. El hombre está condenado a ser libre. Ser libre no es querer hacer lo que se quiere, sino querer hacer lo que se puede."
Ana, ese es el trabajo que aquí realizáis: facilitar a quienes ven restringida su libertad en cumplimiento de la condena que les fue impuesta las herramientas necesarias para que vuelvan a ser libres, para que regresen al espacio público ciudadano ejerciendo su libertad desde el respeto a la libertad de los demás.
Es por ello, el vuestro, un trabajo supremo, una tarea vital para la sociedad: enseñar a quienes no supieron o no pudieron o no quisieron asumir su responsabilidad de hombres y mujeres libres a serlo en plenitud. Una labor admirable a la que dedicáis lo mejor de vuestra vida, con entrega y con profesionalidad, y por la que todos y todas os manifestamos nuestro reconocimiento. Especialmente en este tiempo difícil para el conjunto de la sociedad y, también, para el sistema penitenciario y para cuantos en él prestáis vuestro servicio público. Gracias, muchas gracias por vuestro compromiso.
La especificidad de nuestro Código Penal genera una paradoja no suficientemente conocida por la sociedad. Mirad, la tasa de criminalidad española es de 45 infracciones penales por cada 1.000 habitantes, muy por debajo de la media europea, situada en 67 infracciones, o de países como Alemania (con 74), Reino Unido (85) o Suecia (121). Sin embargo, pese a ser uno de los países con menor criminalidad de Europa, nuestro sistema penitenciario soporta el mayor número de internos de nuestro entorno: mientras la tasa media europea de ocupación penitenciaria es de 123 reclusos por cada 100.000 habitantes, en España llegamos a los 150 reclusos.
Esta realidad exige de un esfuerzo suplementario por parte de la Administración penitenciaria española para dar respuesta eficaz a los mandatos que nuestro ordenamiento jurídico establece en la materia. Ese esfuerzo se ha materializado en dos grandes ejes de actuación: por un lado las grandes inversiones movilizadas para la construcción de nuevas prisiones y centros de inserción social y para la renovación de las viejas infraestructuras; y por otro, la modernización del tratamiento penitenciario.
En este sentido, los excelentes resultados obtenidos por la experiencia piloto de la Unidad Terapéutica desarrollada durante años en la prisión de Asturias que ha reducido la tasa de reincidencia del 50 a poco más del 10 por 100, ha impulsado el desarrollo de una nueva política penitenciaria basada en la integración voluntaria de los internos en diferentes programas terapéuticos y de módulos de respeto y en la apertura de las prisiones a las sociedad.
En nuestra provincia podemos apreciar con claridad esas dos grandes líneas de actuación del Gobierno. Hemos ampliado y renovado notablemente nuestras infraestructuras penitenciarias, tanto con la puesta en servicio en 2009 de este centro modélico como con la progresiva modernización de Castellón I y con la próxima construcción, ya prevista en los planes del Ministerio, de un centro de inserción social de carácter provincial.
En relación con las nuevas prácticas de gestión penitenciaria, el decidido impulso dado por Ana Acosta y Olga Ballesteros al frente de sus equipos directivos en Albocàsser y Castellón ha hecho posible que los más de 2.200 internos de estos centros puedan beneficiarse de nuevas estrategias terapéuticas para facilitar su reinserción. Hoy más de 630 internos de las dos prisiones provinciales se encuentran insertos en algún programa de las unidades terapéuticas o de los módulos de respeto.
Estas nuevas unidades de cumplimiento se basan en el seguimiento voluntario por parte de los reclusos de unas normas pactadas entre todas las partes, y recogidas en un contrato que deben firmar los internos antes de entrar en el módulo. La supervisión del funcionamiento adecuado de estas unidades la realiza un equipo mixto formado por los propios internos y por funcionarios del centro, de tal modo que los reclusos asumen democráticamente la responsabilidad no sólo sobre sus propias acciones sino también sobre las del grupo al que pertenecen.
A esta nueva forma de trabajo se suma el compromiso de abrir la vida de las prisiones a la sociedad de la que proceden los internos y a la que volverán, y corresponsabilizar así a todos los estamentos sociales en el tratamiento de los ciudadanos y ciudadanas que por uno u otro motivo se encuentran temporalmente privados de libertad.
Para ello, desde la Comisión de Asistencia Social Penitenciaria de la provincia se han firmado convenios con 70 entidades públicas y privadas (de las que 43 son ayuntamientos), que han permitido la creación de más de 500 plazas para el cumplimiento de penas alternativas. Se han creado, así mismo, los consejos sociales penitenciarios, con participación de todas las entidades, asociaciones y empresas que colaboran con nuestras penitenciarías.
Por todo ello, por esta magnífica tarea realizada por los trabajadores penitenciarios de la provincia, no puede sorprendernos los reconocimientos a la excelencia que desde el Gobierno se han concedido a ambos centros. En 2008 fue la medalla de plata al mérito penitenciario a Ana Acosta por su labor al frente de Castellón II. En 2010 la mención de honor a las buenas prácticas penitenciarias concedida a las unidades terapéuticas de este mismo centro. Y en 2011, hoy, es Olga Ballesteros la que está recogiendo en la sede del Ministerio del Interior la medalla de plata al mérito penitenciario. Este año, también, el módulo de respeto de Castellón I es galardonado con la mención de honor a las buenas prácticas penitenciarias. Del mismo modo, un funcionario de esta casa, Alejandro Fernández, verá reconocida su entrega en el servicio con una mención de honor por relevante actuación.
Fruto también de la apuesta decidida por la apertura al resto de la sociedad es el extraordinario trabajo que prestan las entidades externas dentro del medio penitenciario. Este año, el reconocimiento de la Administración penitenciaria a dichas organizaciones, se personaliza en la labor de la Pastoral Penitenciaria de Castellón, que recibe hoy también la medalla de bronce al mérito penitenciario por su trabajo en este centro.
La puesta en marcha de todas estas políticas está revolucionando la forma de entender y practicar el trabajo penitenciario, fijando nuevos retos y exigiendo, aún más si cabe, de la dedicación plena de los trabajadores y las trabajadoras de nuestros centros. De ese compromiso saben bien Antonio, Faustino y José que este año reciben el reconocimiento por parte de todos nosotros por los 25 años dedicados a esta Institución, manteniendo intactas tanto la ilusión como la capacidad de trabajo. Muchas gracias a vosotros por vuestro ejemplo y a todos los que formáis parte de este gran colectivo por el gran sacrificio y abnegación con que realizáis este trabajo tan desconocido por la mayoría de la sociedad.
Buenos días, mucha suerte y feliz día de la Merced.