Hoy comienza el juicio por la catástrofe del Prestige. Han pasado 10 años de aquella pesadilla que cubrió de muerte la costa de Galicia y provocó el mayor desastre medioambiental de los mares europeos en décadas. Quien entonces era el vicepresidente del Gobierno es hoy nuestro presidente. Quien entonces quiso ocultar la debacle con unos "hilillos de plastilina" es hoy el jefe de un Gobierno que ha hecho de la mentira y de la ocultación su santo y seña. La nefasta gestión del accidente del Prestige anegó entonces de chapapote miles de kilómetros de mar y tierra; quisieron quitarse el muerto de encima y extendieron la peste por doquier. Nunca admitieron errores, a pesar de la opinión de los técnicos. Nunca pidieron perdón, a pesar del "nunca mais". Nunca aceptaron que las cosas podrían y deberían haber ocurrido de otra manera. Y el pueblo volvió a confiar en él nueve años después y le dio poder absoluto para limpiar el chapapote inmenso de la crisis. Y aquí estamos, de nuevo jugando con plastilina y ocultando y mintiendo y escapando de las responsabilidades y demonizando a este o a aquel. Está en su naturaleza, no pueden escapar a ella. Y mientras, el chapapote acabará por asfixiar a su juguete. Pues nada, a seguir confiando en ellos.
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