Malala Yusafzai sigue luchando por su vida 18 días después de que un criminal le disparará a la cabeza. A sus quince años se ha convertido en icono mundial de la lucha de las mujeres por su dignidad. Malala da nombre y rostro a millones de mujeres que sufren la violencia física, psicológica e institucional de un mundo machista. Millones de mujeres muertas en vida, sometidas a la más miserable de las discriminaciones, vejaciones, humillaciones, agresiones sin fin. El dolor de Malala es el dolor de los demócratas del mundo. Su lucha, la lucha de todos. Le reventaron el cráneo por pedir una educación igual para niñas y niños. Por querer saber, por aspirar a una vida de oportunidades iguales para hombres y mujeres. Ocurrió en Paquistán a manos del terrorismo integrista islámico y ocurre todos los días en todo el mundo cada vez que una mujer es discriminada por el mero hecho de ser mujer. La lucha por la igualdad de género es el más elemental de los compromisos de los progresistas. Sí, ya sé que muchos así no lo ven o que lo proclaman sin creerlo. Y que algunos pensarán que la crisis aconseja dejar esa lucha para más adelante. Pero no puede haber democracia real sin esa igualdad esencial. Malala nos ha dado ejemplo de vida con apenas 15 años. No la olvidemos.
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