No sé cómo se le habrá quedado el cuerpo a Fabra, Alberto, después de que sus jefes en Madrid hicieran oídos sordos a su compromiso público de hace apenas unos días respecto del incremento en 140 millones de euros de la inversión prevista en los Presupuestos del Estado para la Comunitat Valenciana. Cabe imaginar que el Molt Honorable había negociado esas modificaciones con Rajoy y Montoro antes de proclamarlas a los cuatro vientos. Si fue así, es evidente la consideración que tienen el Gobierno y la dirección nacional del PP de su delegado en la Comunitat. Ninguna. No obstante, y conociendo el patio, es posible también que el jefe del Consell y de la derecha valenciana renunciara a plantear siquiera esos cambios presupuestarios e intentara con sus declaraciones huir durante unos días de la cruda realidad. Ambas posibilidades evidencian la debilidad política de nuestro presidente y de su partido para afrontar la crítica situación en que se encuentra el País Valenciano. Tantos años de soberbia y arrogancia, de chulería de patio de colegio frente a los discrepantes, tantos años para llegar a la irrelevancia más absoluta. Ni los suyos están ya dispuestos a echarles una mano. Y mientras nuestro país sigue cayendo por el precipicio.
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