La decisión de Ford de apostar por la planta de Almussafes frente a otras factorías de la empresa en Europa es una buena noticia. Más allá de rocambolescas argumentaciones como las dadas por el president Fabra (dijo ayer que las políticas del Consell habían sido valoradas por la multinacional al tomar la decisión), el reforzamiento de las posiciones de una de nuestras empresas más importantes nos da un respiro en medio de la tempestad. Y devuelve al primer plano el debate sobre la desindustrialización que ha sufrido el País Valenciano en los últimos lustros. No hay capacidad de crecimiento sostenible sin un sector industrial solvente. Mientras el Govern de la Generalitat impulsaba sus políticas de fastos megalómanos el peso de la industria valenciana pasaba del 22 por ciento de 1995 al 13 por ciento del PIB valenciano en la actualidad. Una contribución misérrima al conjunto de la economía del País, que nos sitúa en el puesto número 11 de las Comunidades Autónomas. Dedicados como estaban nuestros gerifaltes a la depredación del territorio y de las arcas públicas, renunciaron a preservar, modernizar y fortalecer nuestro patrimonio industrial. De nada servía que el sector representara, y aún hoy, las tres cuartas partes de nuestras exportaciones; de poco sirvió el esfuerzo de creatividad y talento de muchos de nuestros industriales; en nada influyó las denuncias perpetuas de los socialistas y el resto de la oposición sobre las perversas consecuencias de esa voluntad desindustrializadora de los distintos Gobiernos populares. Hoy nuestro futuro pasa por recuperar la pujanza de nuestra industria, creando espacios de reputación que hagan atractiva la inversión en proyectos industriales con proyección, mimando nuestra capacidad innovadora y creativa, alentando las iniciativas emprendedoras, favoreciendo la trasferencia de conocimiento entre nuestras universidades y las empresas tecnológicas. No podemos ya perder más tiempo. Necesitamos más y mejor industria para tener posibilidades de futuro.
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