El desparpajo escapista con que Arias Cañete, el ministro-candidato nombrado por Rajoy para conducir a las gaviotas a Europa, ha despachado el asunto de su empresa de compraventa de carburantes concesionaria de la Administración española muestra, una vez más, el grado de podredumbre moral que la derecha ha instalado en nuestra vida pública. No es este, o aquel caso, o el de más allá. Es el carácter esencialista que la renuncia ética tiene en sus comportamientos, el desprendimiento de cualquier prevención moral a la hora de ejercer la política. Yo no sé si Cañete ha incumplido o no la ley con el tema de su empresa. Pero me escandaliza políticamente que un ministro del Gobierno de mi país pueda estar al frente de una empresa dedicada a la especulación en el precio de los carburantes que es, además, una concesión administrativa que otorga ese Gobierno. Me sigue escandalizando que ese ministro sea además el responsable de las políticas de medio ambiente del Ejecutivo. Y me indigna, al fin, que este hombre, de Cañete digo, sea el cabeza de la lista presentada por el principal partido político español a las elecciones europeas de mayo. No hay atisbo, ni el más mínimo, de voluntad por salir del lodazal que ellos mismos han creado.
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