14 abril 2014

No a la Europa de las renuncias

Estamos tan hechos en los últimos tiempos a convertir Europa en el sudario de nuestras lamentaciones que corremos el riesgo de perder de vista qué supone realmente Europa en nuestra cotidianidad. Es cierto que las políticas impuestas por las élites económico-financieras de la Unión, y seguidas acríticamente por los responsables políticos, han abierto un abismo de desconfianza entre las instituciones y gran parte de la ciudadanía europea. Una quiebra de legitimidad que ha diluido el sueño de una Europa capaz de combinar crecimiento y dinamismo económico con igualdad y Estado social. Cometeríamos un error imperdonable, sin embargo, si convirtiéramos ese razonable descreimiento en absentismo eurofóbico. Europa es, también, garantía de nuestra seguridad alimentaria o farmacéutica, es la protección de nuestra seguridad y nuestra salud en los lugares de trabajo, es el liderazgo en la lucha mundial contra el cambio climático. Es nuestra única opción para competir con dignidad en un mundo multipolar en el que quienes emergían hace unos años son ya potencias emergidas. Europa es, no lo olvidemos, el escenario que preserva nuestros derechos como consumidores. Todos eso y mucho más también es Europa. Renunciar a decidir en la Unión, abandonar el Parlamento Europeo en manos de quienes quieren construir la contraEuropa resultaría dramático para el futuro de la mayoría. Las elecciones de mayo no pueden avalar la Europa de las renuncias. Hemos de convertirlas en un nuevo impulso para construir un nuevo horizonte europeo. De progreso, de igualdad, de creatividad y de futuro.

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