28 abril 2014

El TRAM de Castelló... un bus que no vuela

#FabraIncapaz El 15 de noviembre de 2006 el entonces alcalde de Castelló de la Plana Alberto Fabra y el president de la Generalitat Francisco Camps ponían la primera piedra de lo que se llamaba el TVRCas, más tarde rebautizado como TRAM Castelló. Dijeron entonces que en el verano de 2008 el centro la ciudad quedaría conectado con ese, llamado por ellos, revolucionario sistema de transporte con el Grau y Benicàssim. Y que en 2009 se completaría la red metropolitana con Almassora, Vila-real y Borriana. Han pasado siete años y medio desde entonces y el TRAM sólo sirve para enlazar el kilómetro y medio que separa el Parque Ribalta de la Universitat Jaume I. El primoroso transporte metropolitano de La Plana que nos vendían ha quedado convertido en un trolebús de barrio. Decían que media Europa estaba pendiente de nuestros adelantos en el transporte urbano y que la otra media se moría de envidia por tanta modernidad. "Viajad por otros países y veréis, ¡nadie como nosotros!", espetaban a los críticos. Pues sí, pasado el tiempo hay que reconocer que tenían razón: nadie como nosotros. Más de 2.700 días después, con sus lunas y sus soles, y seguimos esperando que el TRAM recorra los cuatro kilómetros que separan Castelló del Grau, el distrito marítimo de la capital de La Plana. Y ya nada se espera de su extensión metropolitana. ¿Sabéis cuánto tiempo pasó desde que en 1887 se constituyera la Compañía del Tranvía a vapor de Onda al Grao de Castellón de la Plana para la construcción de la Panderola hasta que entrara en servicio el primer tramo entre el puerto y Castelló? Un año y un mes. ¿Y hasta llegar a Vila-real? Dos años y cuatro meses. ¿Y hasta cubrir los 20 kilómetros que separan Castelló de Onda? Dos años y nueve meses. Y esto... ¡en 1890! Hoy, habiendo llegado a la Luna, descifrado el genoma humano e inventado el karaoke, seguimos esperando, siete años y medio después, que la envidia de Occidente recorra lo que entonces hicieron en 13 meses. Sí, ya lo creo, ¡nadie como nosotros!... O, mejor: ¡nadie como ellos!


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