Los católicos ya tienen un nuevo jefe espiritual. El papa Francisco ocupa el trono pontificio al que renunciara Ratzinger hace unas semanas. Está por ver qué impronta dará el nuevo obispo de Roma a su papado; es cuestión que afecta especialmente a los suyos pero que no deja de interesarnos al resto por la influencia que sobre la vida cotidiana siguen teniendo las cosas de la Iglesia. Dicen de Bergoglio que tiene mayor sensibilidad social que su predecesor, viniendo como viene del Cono Sur americano. Habrá que verlo. Y mayor sencillez en su relación con la gente. Bien está. El caso es que se le ha oído decir que el matrimonio homosexual es "una movida del diablo" y que el aborto es "la pretensión destructiva del plan de Dios". Y dicen, también, que en su currículo aparecen episodios inquietantes en tiempos de la dictadura militar argentina. Tal vez no quepa esperar otra cosa del jefe de la iglesia católica, investido por la gerontocracia cardenalicia para guardar y hacer guardar las esencias de una moral arcaica y homófoba y para perpetuar su poder terrenal. Lo que no deberemos consentir los demás es que esa moral y ese poder interfieran en las decisiones democráticas que tomamos ni en nuestra voluntad de progreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario