Pareciera que el bueno de González Pons hubiera pasado por casualidad por su despacho en la Conselleria de Presidencia del Consell valenciano, hace ya unos años, y firmara los contratos con la fundación de Urdangarín que ahora llevan de cabeza a la familia real y al Partido Popular como quien se zampa un helado. Dice él que firmó sin saber muy bien lo que hacía y que, en todo caso, daba igual porque ya Camps y su Gobierno habían decidido sobre el asunto. El cinismo de este personaje sólo es comparable al de Rafael Blasco, con quien, por cierto, compitió en el número de carteras que ocuparon en los gobiernos del de los trajes. Porque a veces se nos olvida que Esteban González fue conseller de Educación, más tarde de Presidencia y Comunicación (Noos y Canal 9) y por último de Territorio y Vivienda ("verde por fuera y rojo por dentro" dijo de sí mismo) con Paco Camps. Y nada de cuanto se hizo durante los tiempos dorados del campsismo le es ajeno. Que venga ahora y ante la Justicia a decir que él pasaba por allí y que nada sabe sólo confirma su catadura moral, su desprecio por la verdad y su falta de escrúpulos políticos. Tal vez en lo único que ha acertado Rajoy desde que llegó a La Moncloa haya sido en no sentarlo a la mesa del Consejo de Ministros.
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